Engarzada

Celebramos el día de la Vida Consagrada; la memoria de nuestra consagración, del sabernos y sentirnos amadas, elegidas, invitadas y convocadas por Dios.
Amadas por el Amor infinito e inefable que es El.
Elegidas para una misión concreta y peculiar: reproducir el estilo de vida de Jesús.
Invitadas a sellar con El una alianza nueva y definitiva.
Convocadas para ser, en comunión con otros/as, semillas del Reino de Dios.

Hoy, muchos años después de mi primera consagración ‘pública’, me siento especialmente emocionada al rememorar la alianza sellada, al recordar como, con temor y temblor, pronunciaba ante mis Hermanas de Congregación y mis seres queridos, mi adhesión al proyecto de Dios para conmigo.

Me vivo engarzada a Dios; mi vida adquiere todo su color y sabor de su Palabra; mis anhelos son afianzar cada vez más los lazos que nos unen… Hilos entretejidos con cada una de mis hermanas, con cada una de las personas a las que soy enviada, con quienes, de un modo u otro, comparto mi cotidiano vivir.

Engarzada con un lazo inquebrantable de su parte y …, así lo voy trabajando cada día, de la mía. A pesar de mi fragilidad y mi debilidad, quiero ser suya, vivir para El, caminar con El… ¡por siempre!

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