Hoy en Valencia es el día de la Virgen, de la Mare de Deu.
Esta mañana hemos participado en la Missa d’Infants; la plaza estaba a rebosar y aunque los murmullos cuando hay tanta aglomeración se hacen inevitables, había momentos en los que el silencio se podía cortar.
Me estremecen y cuestionan estas celebraciones.
Me estremecen porque ¡cómo mueve la Mare de Deu a tantas personas! ¡cómo llega a tantos corazones!
Me cuestionan porque: ¿cómo asemejarnos a Ella? ¿cómo acrecentar nuestra fe en Jesús? ¿cómo seguir su ejemplo?
Como Esclava de María, heredera del legado mariano de la Madre Juana María, esta mañana al escuchar la homilía de Don Carlos, nuestro arzobispo, no podía menos que pensar en ella, en Juana María: Don Carlos hablaba de la archicofradía de la Virgen cuya finalidad es la atención a los desfavorecidos; Juana María, conocedora de esta obra, quiso atender a un sector muy desamparado de la sociedad de aquella época: la mujer obrera, y quiso hacerlo de una manera íntegra, entregando su vida a Dios para ellas. Pensaba en la semejanza de ambas misiones y me sentía orgullosa de nuestra Madre Juana María, cuya vida, recién nacida, fue ofrecida por su madre a la Mare de Deu para que la acompañase y guiase en su caminar. ¡Qué pensaría doña Juana años después al ver como la Verge había escuchado su plegaria!
Como valenciana que era, para Juana María la Mare de Deu sería su referente y acudiría con frecuencia a la Basílica a visitar a la Verge en su camerín y allí, ante Ella gestaría su proyecto, a Ella ofrecería su vida, a través de Ella presentaría a Dios la vida de las obreras, como Ella sería esclava del Señor.
Mare de Deu dels Desamparats, a Tí acudimos, acoge nuestras súplicas y preséntalas a Dios.