«Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. « (Mt 16, 25)
Extraña paradoja la que nos plantea Jesús en el Evangelio de hoy: si uno quiere salvarse, se perderá, pero si se pierde, se encontrará. Si uno quiere guardarse del peligro, librarse de las incomodidades, de las fatigas de cada día, en definitiva: si entierra el tesoro (como nos decía el evangelio de ayer), será difícil que se encuentre con Jesús y, por tanto, se desviará del camino, porque quien se guarda tanto deja de actuar como Jesús quiere porque deja de salir al encuentro y de preocuparse por el hermano.
Para salvarse necesitamos abrirnos a la gracia del encuentro con Jesús que nos cuestiona y desinstala, que nos invita a gastar y desgastar la vida, que nos insta a ‘perderla’.
Al releer esta perícopa viene a mi mente la imagen de nuestra Madre Juana María. Ella fue una mujer que ‘perdió’ su vida en el intento de dar vida: Yo y todo lo mío para las obreras, fue el lema que vivió hasta el extremo. Quizás esta fue la interpretación que ella hizo de la frase de Jesús: quien pierda su vida por mí, quien gaste sus fuerzas y se desgaste cada día, quien opte por los más desfavorecidos, quien salga al encuentro del débil, frágil y necesitado… la encontrará, encontrará la Vida, se descubrirá feliz, pleno, lleno de amor, se encontrará con Dios… Juana María pudo optar, por su condición social, por salvar su vida, quizás haciendo una lectura fácil del Evangelio cumpliendo los mandamientos; pero hizo la opción de perder su vida leyendo el Evangelio en clave de las obras de misericordia: dar posada al peregrino, dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe… ¡Cuestionante opción!
¿Y yo? ¿Cuál es mi opción? ¿Cuál es mi clave de lectura del Evangelio?
Quiero, ante el nuevo curso que está llamando a las puertas, invitarme (e invitarte también a tí que lees estas líneas), a perder la vida, a salir al encuentro, a buscar al que tenga ‘hambre y sed’, como me indica Jesús y siguiendo la estela que trazó nuestra Madre Juana María. Quiero leer el Evangelio en clave de Amor. Quiero optar por perderme para encontrarme en El. ¿Te animas a hacer lo mismo?