Ruah… aliento de Dios

espiritu

Ven, Espíritu, Ruah, soplo y aliento de Dios.

Implorar la presencia del Espíritu en mi vida, constatar la urgente necesidad que tengo de El, del soplo vital que infunde en mi alma, es reconocer mi fragilidad, mi debilidad, mi pequeñez.

Descubrir que el Espíritu es quien mueve los hilos de mi vida es admitir la necesidad de abandonarme y dejarme modelar y transformar por El.

Evidenciar que mis deseos de ser de Dios provienen del Espíritu, que es El quien ha penetrado en las entretelas de mi vida y me ha seducido, es confirmar que ‘en mi debilidad El me da la fortaleza’, que sin su misericordia nada puedo, nada soy… (como bien expresan los cantos).

Hoy quiero implorar al Espíritu que haga de mi corazón su morada, que sea en mí:
. el viento huracanado que me impulse a evangelizar la parcela del Reino que cada día me es confiada;
. la brisa suave que me ayude a comprender al débil, frágil y cansado que encuentre en mi camino;
. la palabra de aliento y estimulo que infunda esperanza al abatido;
. la ternura que enjugue las lágrimas del afligido y desconsolado;
. el regazo en el que descansen el cansancio de las largas jornadas de trabajo los que cada día buscan el pan con su esfuerzo;
. el canto alegre que invite a vivir la alegría del Evangelio;
. el amor derramado (cual frasco de perfume de nardo) que restañe las heridas del alma que impiden descubrir a Dios en la vida;
. la plegaria continua que eleve a Dios las necesidades de nuestro mundo;
. …

Hoy quiero que sea El en mí para ser yo en El, y así, fundidos los dos en uno solo, proclamar al viento que Dios es Amor y a todos nos quiere entre sus brazos.

Ven, Espíritu, Ruah, soplo y aliento de Dios. Envuélveme con tu ternura y lánzame hacia el infinito, hacia donde haya alguien que necesite de mí para llegar a Ti…

Como María

manosMEn el corazón del mes de mayo, mes dedicado a María, muchas noticias de desastres naturales, violencia, persecuciones… van enturbiando nuestro día a día y cuestionando nuestra existencia, nuestro modo de vivir, la tranquila ‘seguridad’ en la que aquí, en Europa, nos movemos. Me preguntó a menudo qué respuesta estamos llamadas a dar nosotras, como religiosas, ante dichas noticias… Quizás, a ese nivel, poco podemos hacer, pero sí podemos actuar (escuchar, acompañar, acoger, alentar, estimular…) ante las situaciones de precariedad, de penuria, de dolor, de injusticia que encontramos en nuestro caminar.

En estos días evoco constantemente a María, la Virgen; la liturgia y la piedad popular hacen que mayo gire en torno a Ella. María es la Mujer que supo dar a cada uno y en cada momento la respuesta adecuada:
– cuestionó al ángel cuando le propuso algo que escapaba a la comprensión humana;
– se puso en camino, con presteza, para acompañar y ayudar a Isabel;
– alabó la grandeza de Dios que actúa en el corazón de los sencillos;
– emigró a Egipto protegiendo a su Hijo;
– …
– permaneció firme al pie de la Cruz, alentando la esperanza de los amigos de su Hijo;
– aglutinó en torno a Ella, perseverando en la oración, a los discípulos a la espera del Espíritu…

¿Quién la guiaba? Sus manos entrelazadas, elevadas hacia lo alto, nos hablan de la continuidad de su plegaria, de la constancia de su oración, de la permanente presencia de Dios en sus pensamientos, en sus palabras, en sus acciones…
Pienso en María y me preguntó cuáles serían sus respuestas a las vicisitudes que encontramos en nuestro caminar. Al contemplarla, me habla de plegaria esperanzada, de abandono confiado, de serena presencia, de acogida incondicional, de disponibilidad absoluta…
Es todo un proyecto de vida, que hoy quiero hacer mío: vivir con el talante de quien se pone en camino con presteza y deja todas las inquietudes en las manos de Dios porque ‘para El nada hay imposible…’

Arriesgarse

anunciacion Sí, hoy Dios se arriesgó. Corrió el riesgo de preguntar, de contar con el otro, de confiar…
María también se arriesgó. Se arriesgó al responder, al dejarse sorprender, al abandonarse…

Me transporta tan lejos el pasaje evangélico que contemplamos hoy, la fiesta, solemnidad, que celebramos. Me cuestiona tanto las consecuencias de esta decisión…

En una pregunta y su respuesta se jugaba la historia de la salvación. En una pregunta y su respuesta se jugaba la Alianza que Dios quería sellar con su pueblo. En una pregunta y una respuesta se jugaba la Vida…

El proyecto de Dios parecía, a los ojos humanos, descabellado: ¿qué vió en aquella doncella nazarena?
La opción de María fue audaz: ¿qué conocía ella de Dios?
Quizás se entrecruzaron los proyectos, sueños y deseos de ambos, de Dios y de María, del Todopoderoso y de la criatura humana…

‘Nada es imposible para Dios’, concluyó el ángel.
‘Hágase en mí’, respondió María.
El riesgo no es imposible para Dios, aunque nada se escapa de su mano, ni de su cuidado.
Responder con generosidad, desde la gratuidad, arriesgando la vida fue la decisión de María.

Sí, Vivir (con mayúsculas) es arriesgarse.
Arriesgarse a forjar un proyecto, a abrazar un deseo, a alimentar la esperanza.
Arriesgarse a dar un paso hacia el otro, a decir una palabra amable, a sonreír cuando todo parece vano.
Arriesgarse a ser uno mismo, a vivir con coherencia, a irradiar alegría.

Una vida evangélica no es posible sin correr el riesgo de amar, de salir al encuentro, de acoger al hermano.
Una vida evangélica es una vida comprometida con las causas de los más desfavorecidos, como hizo nuestra Madre Juana María, que optó por ser la voz de las sin voz, por restaurar el cansancio de infatigables horas de trabajo, por acoger las pausas entre jornadas de las obreras valencianas y ofrecerles pan, instrucción y ternura. Juana María entendió, como María, que no podía Vivir sin arriesgarse, porque Dios había optado por ella.

Hoy confluyen en mi recuerdo ambas mujeres: María, por ser hoy su día, el día en que optó por hacer realidad en Ella el sueño de Dios y Juana María porque quiso que este día, hace muchos años, se inaugurase su capilla, tomase forma su proyecto.

En memoria de Ellas quiero vivir optando por el riesgo de amar, y responder como María: Hágase…
¿Y tú? ¿Te atreves a arriesgar tu vida?

Cepillando la madera

jose A lo largo del día pensando en la fiesta de mañana me viene a la mente esta frase del himno de San José que cada año, siguiendo la tradición, cantamos en nuestra Congregación: ‘Tu viviste tus años silencioso, cepillando la piel de la madera…’

Me pregunto cuántas asperezas de la madera tendría que limar san José y cuanto esfuerzo le supondría, cuántas horas de trabajo callado, tan solo acompañado por el canto de los pájaros, el silbo del viento, el murmullo de las hojas de los árboles, y el jolgorio de los niños, entre ellos, de Jesús…

¡No sería fácil dejar la madera lisa, suave, sin imperfecciones…! Debía ser un trabajo que tan solo él y la madera sabrían cuánto tiempo había invertido.

Creo que, de alguna manera, ese es el trabajo que hoy más nos cuesta: limar las asperezas de la vida. Limar, suavizar, los contratiempos del día a día. Limar, dulcificar, nuestra manera de ser. Limar, purificar, nuestros fallos, nuestras limitaciones, nuestras imperfecciones…

Y, como el de José, es un trabajo callado. Un trabajo al que los ruidos que nos envuelven (¡tan distintos a los que rodeaban a José!): televisión, móviles, coches… muchas veces entorpecen, enlentecen, adormecen. Quizás nos estamos acostumbrando a vivir tan sumergidos en el ruido que el silencio nos duele, nos deja vacíos, desorientados. Por eso huimos de él. Y, al huir del silencio, huimos de ese trabajo tan necesario de limar las asperezas de la vida.

En estos días de cuaresma, la celebración de la festividad de san José es una invitación a imitarlo a él, en su ser y estar, en su trabajo y descanso, en su oración y contemplación; es una llamada a vivir dejando que Dios actúe en nuestras vidas como actuó en la suya: sorprendiéndolo; es un estímulo para responder con generosidad, desprendimiento y disponibilidad al proyecto de Dios para nosotros…

La fiesta de san José nos invita, en esta escalada cuaresmal, a cepillar nuestras almas, en silencio, dejándonos acompañar del susurro de la plegaria, del leve roce de las páginas de la Biblia, de la caricia de la celebración de la Eucaristía.

 

 

Enseñar con autoridad

pergaminoReleía estos días un pasaje evangélico en el que el evangelista nos cuenta que Jesús, en la sinagoga, dejaba a todos admirados porque enseñaba con autoridad.

Vivimos en una sociedad en el que a menudo confundimos la autoridad con el autoritarismo. La autoridad nos ayuda a crecer, hace brotar de nosotros mismos lo mejor que hay en nuestro interior, mientras que el autoritarismo tiende a reprimir.

Jesús, nos dice el Evangelio, enseña con autoridad. Enseña haciendo crecer, abriendo horizontes y mostrando caminos de liberación. Al enseñar, Jesús dignifica, valora, comprende, ama… Al enseñar, Jesús hace brotar en sus discípulos lo mejor que hay en su interior, les despierta la capacidad de creer en sí mismos, el deseo de cambiar. Jesús remueve las entrañas de los discípulos haciendo germinar en su interior el deseo de convertirse, de volver la mirada, de volver el corazón hacia Dios. Jesús suscita en ellos ese ansía de caminar hacia lo alto, de superar todas las mediocridades, de gestar una vida nueva en la que el Espíritu sea el protagonista.

Hoy también Jesús quiere acercarse a nosotros para enseñarnos, para hacernos descubrir que sólo en El podemos alcanzar la verdad, la libertad, el amor, la paz. La autoridad de Jesús es germen de vida nueva en nuestro corazón.

Este tiempo cuaresmal es, para cada uno de nosotros, una llamada acuciante a la conversión, a volver la mirada y el corazón para dejar que sea ‘enseñado’ por la autoridad de Jesús, a dejar que El vaya haciendo brotar en nosotros los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, bondad, fidelidad… ; este camino cuaresmal es una invitación a caminar tras sus huellas para poder vivir con El la experiencia gozosa de la Resurrección.

Dejemos que Jesús vaya enseñándonos, con la autoridad del amor, a vivir desde esa presencia de Dios que todo lo hace nuevo, también nuestro corazón…

Está cerca el Reino de Dios

reinoNos habla el Evangelio de este primer domingo de cuaresma del inicio de la misión de Jesús en Galilea. ‘Está cerca el Reino de Dios’ es el mensaje principal de Jesús, después de haber superado las tentaciones en el desierto.
La certeza de la cercanía del Reino, de la presencia de Dios en la historia, de su opción fundamental en la vida, fue lo que le ayudó a Jesús a vencer la tentación.
Nosotros, hoy, más de dos milenios después seguimos sumergidos, como en los principios de la creación, en la corriente de las tentaciones que a menudo nos paralizan e impiden caminar con presteza. No es fácil descubrir cuáles son nuestras tentaciones porque vivimos en una sociedad en la que todo es permisible y parece que el pecado haya desaparecido.
El tiempo de cuaresma, vivido en clave evangélica, nos lanza el reto de pararnos a revisar nuestra vida, nuestra historia, nuestro caminar y buscar cuáles son las piedras que impiden que avancemos con paso ligero y bloquean nuestra vivencia cristiana; nos invita a reconocer cuáles son las tentaciones que aún no hemos superado y nos están alejando del proyecto del Reino de Dios que Jesús vino a anunciarnos; nos impulsa a volver la mirada hacia el amor primero y descubrir que Dios es el Padre que confía en cada uno de nosotros y acoge nuestra debilidad y fragilidad.
Esta cuaresma os invito a buscar los signos del Reino de Dios en los acontecimientos cotidianos donde aparentemente todo parece haberlo escondido (recuerda que de Nazaret no podía salir nada bueno) y a vencer la tentación de suplir a Dios por otros ‘dioses’ más cómodos.
Te invito a dejar que el amor de Dios envuelva y acoja con su ternura tu pequeñez, para que puedas vivir con El la aventura de sembrar su Reino.