Inmunovocación

trinidadLeía estos días un artículo sobre la inmunoterapia, que viene a ser, en términos caseros, un tratamiento para estimular el sistema inmunitario del organismo para que haga frente a algunas enfermedades.
No sé porqué una mañana en la oración iba resonando en mí ese término y me preguntaba cómo podíamos aplicarlo a nuestra vida.
Me venía a la mente la palabra inmunovocación, que vendría a significar algo así como el hecho de estimular nuestra vida, nuestro ser y hacer, nuestra oración, para hacer frente a la escasez de vocaciones.
La inmunovocación sería algo así como revitalizarnos para poder ser presencias más significativas del Reino de Dios, para que nuestras vidas sean una invitación, una llamada, un reclamo, para que otras jóvenes puedan seguir a Jesús, para que se sientan motivadas a dar una respuesta fiel a la llamada del Señor a vivir una vida con sentido.
Esta semana la liturgia nos propone el mejor modelo de comunidad posible para inmunovocacionarnos: la Santísima Trinidad.
La inmunovocación nos debe impulsar a vivir en nuestras comunidades al estilo de la comunidad trinitaria: tres vidas unidas por un mismo objetivo, pero con una independencia propia. Tres vidas unidas por el Amor que nos invitan a vivir el gozo de la comunidad, a sentirnos parte de un todo (nuestra Congregación de Esclavas de María Inmaculada) que vibra por un proyecto común: hacer visible el Reino de Dios con el estilo de la Madre Juana María Condesa.
La intimidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y su Amor, es la medida, la gracia y la inspiración de nuestras relaciones con Dios y de las relaciones entre nosotras, en nuestras comunidades.
La Trinidad nos lanza el reto de vivir y crecer en fraternidad, pues hemos sido llamadas por Dios para vivir en la caridad que nos hace un alma y un solo corazón (cf. Cons. 35). La fraternidad es la inmunovocación más efectiva.
La Trinidad nos lanza el reto de inmunovocacionarnos, de inyectarnos esa dosis de amor fraterno que estimule nuestro diario quehacer para ser testigos del Reino, para infundir esperanza en el mañana, para crecer en el Amor. Nos impulsa a inyectarnos la alegría de vivir el Evangelio para ser despertadores vocacionales…

Una visita especial

visitacionHoy concluye el mes de mayo, el mes de María, con la celebración de la Visitación de María a su prima Isabel.
Hace apenas dos meses que María recibió al ángel Gabriel en su casa anunciándole lo que Dios necesitaba hacer por medio de Ella y comunicándole el embarazo de Isabel y María ya ha emprendido su misión.
Sí, su misión de ser portadora de la Buena Noticia, su misión de ser el Arca de la Alianza que siempre estuvo en camino, su misión de ir al encuentro de quien la necesita, su misión de acompañar, alegrar, esperanzar…
Su misión de ser Mediadora, la Mediadora universal, el puente seguro de unión entre nosotros y Dios.
Me cuestiona esta visita, me cuestiona la rapidez, la prontitud, la presteza de María… Y me pregunto: si yo (o tú, o cualquiera de nosotros) recibiéramos una noticia de tal magnitud, ¿cómo reaccionaríamos: ¿nos pondríamos en camino para echar una mano? o más bien diríamos que necesitamos calma, tranquilidad, sosiego para orarla, meditarla, reflexionarla, asimilarla?
En este ponerse en camino con presteza María nos da una gran lección: las cosas de Dios se asumen, se acogen, se aceptan, desde el servicio, con actos de amor, con gestos de salida de uno mismo; las cosas de Dios se integran en la vida desde el abandono confiado, el dejarse hacer, el olvido de uno mismo; las cosas de Dios se viven al ponernos en camino. En camino interior (oración, lectura de la Palabra, celebración de la fe…) y exterior (servicio, disponibilidad, entrega, generosidad, comprensión, compasión…).
María visita a Isabel, pero su visita no es de cortesía; su visita es un gesto de amor. Amor que la lleva a compartir sus vivencias, a alegrarse mutuamente por su estado de buena esperanza, a liberar de prejuicios por la gravidez en la vejez, a acompañar en el momento crucial de dar a luz… En su visita María es portadora de la ternura de Dios que siempre sale al camino.
La visita de María a Isabel cuestiona mis visitas, mis gestos, mis respuestas; cuestiona mi prontitud al ponerme en camino. ¿También te cuestiona a tí?

Cotidianeidad

???????????????????????????????A veces pensamos que la cotidianeidad no tiene nada que decir y sólo esperamos que lleguen acontecimientos relevantes para hablar, escribir, comunicar… ¡Qué equivocados estamos!
El mero hecho de que cada mañana amanezca, luzca el sol, aparezcan nubes en el firmamento ya es un motivo para pensar, escribir, agradecer a Quien todo nos lo otorga sin esperar nada…
Y es que, en realidad, lo cotidiano es lo que mayormente constituye nuestra vida.
No nos pasan a diario grandes cosas, pero si nos pasan muchas pequeñas cosas que deberían hacernos pensar.
Estos días vienen muy a menudo a mi mente y a mi corazón la imagen y la vida de mis hermanas ‘mayores’: mayores en edad, en experiencia, en vivencias; mayores en entrega, en generosidad, en desgaste; mayores en fidelidad…
Quizás sus vidas no guarden hechos extraordinarios, quizás no tengan grandes hazañas que contar, quizás su día a día es extraordinariamente ordinario… pero es eso, esa sencillez, esa cotidianeidad de vida, ese permanecer en el tiempo lo que me da que pensar y me hace valorar cada gesto, cada palabra, cada acto de amor. Actos que se manifiestan y expresan en la rutina cotidiana: levantarse cada mañana para rezar con la comunidad a pesar de sus achaques; colaborar en los quehaceres de la casa: arreglar la mesa, cuidar las plantas, regar el patio, atender la portería, coser el bajo de una falda; sentirse parte de un proyecto común: estar pendiente de quien viaja, de quien llega, preocuparse de cada una, rezar por todas…
Esa cotidianeidad que abarca la mayor parte de nuestra vida es la que nos va formando y con-formando. Vosotras, mis hermanas mayores, me lo habéis enseñado.
Y, sí, decididamente, eso es lo que quiero vivir y transmitir a quienes vienen tras de mí: el valor de lo cotidiano hecho con amor y por amor. O como diría nuestra Madre Juana María, y que tan bien han entendido tantas hermanas a lo largo de la historia de nuestra congregación: ‘hacer lo ordinario de forma extraordinaria’

¿Lo conozco?

CristoHoy resuenan en mí las palabras de Pedro en el relato de la Pasión de Jesús: ‘No conozco a ese hombre’. Y de alguna manera intuyo lo que figuradamente podían significar; Pedro no conocía a Jesús como El quería darse a conocer: como el Amor absoluto, como el que da la vida por Amor. Pedro no conocía, no era capaz de entender, el alcance y el significado pleno de la vida de Jesús, de cada una de sus palabras, del simbolismo de sus gestos. Pedro conocía al Jesús de los milagros, al de las palabras que encandilaban el alma, al que atraía a las masas; Pedro conocía al Jesús triunfador, transfigurado en el monte Tabor, andando sobre las aguas, calmando la tempestad… Pero Pedro no conocía al Jesús que fue capaz de acoger en sí toda la fragilidad y la miseria humana, para asumirla y redimirla. Pedro no entendía el secreto que encerraban cada uno de sus gestos: el lavatorio de los pies, la última cena, el pan partido y repartido, beber con El la copa de la Alianza…

Y hoy me pregunto qué puedo decir yo, quien es el Jesús que conozco, Aquel al que sigo, Aquel por quien he optado: el Jesús que no compromete, el de los milagros, el Jesús de las palabras amables, el de los gestos espectaculares…; o más bien el Jesús comprometido con los débiles y los pobres, el que gasta y desgasta su vida, el que lo entrega todo, el que no se posee, el que desde la Cruz sigue perdonando y amando, el Jesús que muere por mí…

No es fácil decir: Yo conozco a ese hombre, y decirlo con el corazón, con la vida, con cada palabra y cada gesto. No es fácil decirlo si no lo ponemos todo en juego, si no arriesgamos la vida, si no nos entregamos plenamente. No es fácil decirlo y hacerlo por Amor.
He ahí mi reto para esta Semana Santa; cuestionarme si realmente lo conozco y le sigo.

Adentrándonos

Adentrándonos en el corazón, adentrándonos en las entrañas de la vida, adentrándonos en el paso de Dios por nuestra vida.
Cada día que pasa es una nueva oportunidad para descubrir que Dios está al alcance de nuestra mano, que es El quien guía nuestros pasos, quien deja las huellas grabadas en el camino para que nosotros pisemos seguros.
Cada acontecimiento es un reto que nos lanza hacia lo alto, que nos invita a mirar más allá, a descubrir que hay Alguien que nos está esperando.
Adentro, desde el interior. Adentro, desde la fragilidad de nuestro ser. Adentro, desde la fortaleza que brota de nuestra debilidad. Adentro, desde la mirada ilusionada, desde la sonrisa callada. Adentro, desde la ternura que brota del encuentro.
Adentro, desde el interior. Adentro porque es Dios quien nos habita.

Nuestro espacio

Este blog quiere ser un espacio de encuentro.
Encuentro con cada una de las personas que os acerquéis a él. Encuentro con nosotros mismos. Encuentro con el Otro.
Quiere ser un espacio desde el que hacer brotar lo que anida en nuestro interior.
Un espacio para profundizar en nuestra realidad personal, en nuestro ser criaturas queridas por Dios.
Un espacio donde dejar volar el pensamiento y la razón.
Un espacio en el que prevalezca lo que suscita el corazón.
¿Te adentras conmigo en tu interior?