Mujeres

Ante una mujer que nos aglutina y nos enseña a escribir nuestra historia femenina con dignidad, sólo cabe abrir el corazón a la esperanza en un mañana mejor, sonreír ante las adversidades y luchar porque nuestros sueños puedan ser realidad.
Ante Juana Condesa Lluch muchas de nosotras hemos empezado a vivir una etapa nueva de nuestra vida, descubriendo el sentido de la existencia en la entrega, la generosidad, el desprendimiento…
El lema de su vida: ‘Yo y todo lo mío para…’ orienta nuestra razón de ser como Esclavas de María Inmaculada, como trabajadoras y/o colaboradoras en su misión y apostolado, como residentes en cualquiera de sus casas … como miembros de una familia que tiene como objetivos dignificar y empoderar, instruir y formar, acompañar y evangelizar, a las mujeres en situación de vulnerabilidad, para que puedan ser protagonistas activas de su historia de vida.
Hoy queremos rendir homenaje a cada una de las mujeres que en estos momentos compartís nuestras vidas (trabajadoras, residentes, colaboradoras…) y nos ayudáis a escribir esta historia de vida, este poema de libertad, esta parábola del Evangelio.
Por cada una de vosotras, por todas nosotras, elevamos una plegaria y depositamos en el corazón de Juana María vuestros nombres, que ella nos ayude a hacer realidad nuestras esperanzas, sueños y proyectos y nos enseñe a vivir la vida en clave de amor.
¡Feliz Día de la Mujer!

En Ti, María

En Ti, María, se desborda el inmenso amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas.
En Ti, María, el misterio inefable e insondable de Dios se hace presencia latente y palpable.
En Ti, María, podemos contemplar la exuberancia de un Dios que se ha fijado en tu pequeñez y ha querido enaltecerte y ensalzarte.

En Ti, María, la vida se hace oración: esperanza confiada en un Dios para el que todo es posible; fe abandonada en un Dios que sabe lo que cada uno necesitamos; amor inapelable de Dios hacia cada uno de los pequeños de la historia.
En Ti, María, Dios sale a nuestro encuentro transitando nuestros caminos polvorientos; su misericordia se vuelve abrazo y caricia; su compasión se torna ternura y paciencia.
En Ti, María, Dios se hace uno con nosotros y Tu nos invitas a caminar tras sus huellas. En Ti encontramos la fortaleza para avanzar en nuestro camino de seguimiento de Jesús, siendo Esclavas tuyas desde la libertad de querer ser para El.
En Ti, María, podemos gestar un mundo nuevo de esperanza y de paz…

Velad

¡Velad! es la invitación apremiante que nos hace hoy Jesús. ¡Velad! es también una palabra que define al Adviento.
Y velad es un imperativo actual para preservar la salud.
Sí. Parece que el permanecer en vela, alertas, de alguna manera esté hoy de moda. Pero tal vez tendríamos que preguntarnos por qué velamos o por qué estamos alerta, qué vigilamos o de qué nos distanciamos… En fin, tal vez velamos porque tenemos miedo.
Sí. Quizás el miedo al Covid-19, a perder la salud física, nos esté llevando a deshumanizar las relaciones, a romper los lazos de cercanía, amistad, acogida, escucha, diálogo… con quienes a diario nos relacionamos.
Quizás preservar la salud se esté convirtiendo en el centro de nuestra vida cotidiana y restando espacios a esos momentos mágicos de encuentro con el Otro y con los otros, a esos momentos que realmente nos dan ‘salud’ porque nos conectan con nuestro centro más recóndito y nos hacen vibrar de verdad por algo o Alguien importante para nosotros.
Quizás la invitación de Jesús en este adviento sea velar por no perder el horizonte de nuestra existencia, velar por ‘cuidar’ a los otros a través de unas relaciones más ‘cercanas’ (sin saltarnos las normas sanitarias), velar por descubrir en las estrellas que alumbran la noche la Estrella que nos llevará hasta El…
¡Feliz Adviento! Sigue velando por mí, como yo velo por ti…

Perseverar en fidelidad

Acabamos de celebrar la Eucaristía de renovación de votos, como tradicionalmente hacemos cada año todas las hermanas el 8 de septiembre, y salgo de ella con una gran sensación de plenitud al experimentar, una vez más, la fidelidad de Dios con cada una de nosotras.
Si de algo estoy plenamente segura es de que sólo la fidelidad de Dios, su fe en mí, su amor incondicional y perseverante, a pesar de mis debilidades, es la que posibilita mi entrega, mi perseverancia, mi fidelidad.
Sólo cuando nos sentimos amadas en plenitud podemos dar y darnos; y el amor pleno procede de Dios y a El debe tornar. Y retorna cuando se hace entrega generosa, pan partido y compartido, mano extendida, abrazo consolador, palabra cordial, silencio cercano, vida desmigada…
A cultivar esas actitudes nos enseñan María, la Mujer fiel que vivió con radicalidad su opción (Hágase en mí), y la Madre Juana María, mujer que perseveró en el empeño de dar vida a la intuición de su corazón, al soplo del Espíritu, dejando a Dios cincelar su corazón.
Hoy he renovado mis votos con la certeza de que sólo desde la perseverancia en la fidelidad mi vida es aquello para lo que ha sido llamada y a lo cual he optado desde la libertad: Esclava de María Inmaculada.

Descendiendo

Casi desde los inicios del confinamiento, por proteger a nuestras Hermanas mayores, en mi comunidad rezamos en el coro de la Capilla, lo cual supone un cambio de perspectiva visual, que debería conducirnos a un cambio de perspectiva espiritual.
Estamos acostumbradas a fijar durante los tiempos de oración nuestra mirada en el Sagrario, un Sagrario que, en la mayoría de las capillas e iglesias, suele estar más o menos a la altura de nuestros ojos o algo más elevado; en ese caso nuestra oración se eleva, en el sentido más literal de la palabra, a Dios, a un Dios que desde lo ‘alto’, desde el cielo acoge nuestra plegaria y derrama sobre nosotros su bendición…
Orar mirando hacia bajo me conduce a dos reflexiones:
. la primera es el ‘abajamiento’ de Dios. Dios se hace uno con los más pequeños, frágiles y vulnerables, con los que no cuentan, con los que siempre están ‘abajo’, muchas veces porque no les damos la oportunidad de ‘subir’… Dios comparte su camino con ellos y desde ellos me tiende su mano suplicante avivando mi sosiego, despertando mi conciencia, sacudiendo mis entrañas.
. la segunda es que yo también debo ‘bajarme’ para poder hacer historia de salvación con quien camina por cañadas escarpadas, por valles quebrados, con andares extenuados y pasos vacilantes. Bajarme para ser uno con ellos y con el Dios que se ha fijado en mí y me quiere pan compartido, palabra callada, ternura y abrazo.
Desde el Sagrario mi mirada se desliza por la Capilla hasta detenerse en la arqueta con los restos de Juana María. ¡Qué bien entendiste, Madre, este mensaje! Tu no dudaste en ‘bajar’ de tu tartana y caminar paso tras paso con tus obreras, compartiendo su fatiga, alentando su ilusión, fortaleciendo su esperanza…
   ¡Dios de la historia, Madre Juana María, enseñadme a vivir descendiendo!
Y tú, ¿cómo quieres vivir? ¿Te animas a descender con nosotras, Esclavas de Maria?

 

Gratitud

Gratitud, ánimo, fatiga y alabanza son las cuatro palabras con las que el Papa Francisco nos interpela a la vida consagrada en esta Jornada Mundial de oración por las Vocaciones.
Palabras que hoy quiero llevar a mi vida y redescubrir cómo las estoy viviendo.
Cada día es una nueva oportunidad para agradecer a Dios el don de la vida, de la vocación, para vivir con gratitud su llamada a formar parte de esta pequeña/gran familia en la que puedo entregar y aportar lo que El generosamente ha puesto en mí para hacerme entrega oblativa. Llamada a vivir con ánimo, con entusiasmo, a realizar con alegría la misión encomendada al estilo de la Madre Juana María, acogiendo, acompañando y alentando el caminar de tantas mujeres que, a veces, van desorientadas y sin rumbo.
El compromiso adquirido con Dios a veces lleva intrínseca la fatiga, nos dice el Papa, debido a que tendemos a confiar más en nuestras fuerzas que a dejarnos llevar, conducir, guiar por El; abandonarme en los brazos de Dios y dejar que El meza con ternura mi vida es quizás lo más difícil y lo más necesario, pues sólo desde ese dejar que sea El en mí, sólo desde el Hágase, podré responder en plenitud a la vocación para la que El me ha elegido, hacer de mi vida un canto de alabanza y ser bálsamo que restañe las heridas de quienes comparten conmigo su vivir.
Seguir a Jesús para mí es adentrarme en una apasionante aventura en la que la alegría de vivir desde Dios empaña todas las incertidumbres; y en la que la brisa suave del Espíritu va colmando mi alma de gozo…
Y tú, ¿te decides a vivir esta aventura?