Hoy concluye el mes de mayo, el mes de María, con la celebración de la Visitación de María a su prima Isabel.
Hace apenas dos meses que María recibió al ángel Gabriel en su casa anunciándole lo que Dios necesitaba hacer por medio de Ella y comunicándole el embarazo de Isabel y María ya ha emprendido su misión.
Sí, su misión de ser portadora de la Buena Noticia, su misión de ser el Arca de la Alianza que siempre estuvo en camino, su misión de ir al encuentro de quien la necesita, su misión de acompañar, alegrar, esperanzar…
Su misión de ser Mediadora, la Mediadora universal, el puente seguro de unión entre nosotros y Dios.
Me cuestiona esta visita, me cuestiona la rapidez, la prontitud, la presteza de María… Y me pregunto: si yo (o tú, o cualquiera de nosotros) recibiéramos una noticia de tal magnitud, ¿cómo reaccionaríamos: ¿nos pondríamos en camino para echar una mano? o más bien diríamos que necesitamos calma, tranquilidad, sosiego para orarla, meditarla, reflexionarla, asimilarla?
En este ponerse en camino con presteza María nos da una gran lección: las cosas de Dios se asumen, se acogen, se aceptan, desde el servicio, con actos de amor, con gestos de salida de uno mismo; las cosas de Dios se integran en la vida desde el abandono confiado, el dejarse hacer, el olvido de uno mismo; las cosas de Dios se viven al ponernos en camino. En camino interior (oración, lectura de la Palabra, celebración de la fe…) y exterior (servicio, disponibilidad, entrega, generosidad, comprensión, compasión…).
María visita a Isabel, pero su visita no es de cortesía; su visita es un gesto de amor. Amor que la lleva a compartir sus vivencias, a alegrarse mutuamente por su estado de buena esperanza, a liberar de prejuicios por la gravidez en la vejez, a acompañar en el momento crucial de dar a luz… En su visita María es portadora de la ternura de Dios que siempre sale al camino.
La visita de María a Isabel cuestiona mis visitas, mis gestos, mis respuestas; cuestiona mi prontitud al ponerme en camino. ¿También te cuestiona a tí?