Solo será Navidad…

Es Navidad y una Luz brilla en el horizonte.
Es Navidad y la Paz llama a nuestras puertas.
Es Navidad y el Amor quiere anidar en nosotros.
Es Navidad: tiempo de Luz, de Paz, de Amor…
Es Navidad: el momento de Dios.
Pero, ¿esa es la realidad?
¿Es Navidad si muchos viven en tinieblas?
¿Es Navidad si las bombas siguen cayendo y las guerras no quieren acabar?
¿Es Navidad si muchos no tienen hogar ni pan, varios son explotados y oprimidos, algunos deambulan sin un horizonte y otros son descartados y rechazados en la ‘posada’?

¿Puede ser hoy Navidad?
Sólo será Navidad cuando la tiniebla se convierta en luz, las bombas se cambien por abrazos, las guerras cesen y se instaure la paz.
Sólo podremos decir que es Navidad si en nuestro corazón hay deseos y esfuerzos por aportar unos granos de paz, de luz y de amor donde la desazón lo invade todo.
Sólo viviremos Navidad cuando la esperanza, la confianza y la gratuidad sean el motor que nos impulse a acoger, abrazar y caminar con quienes necesitan de nuestros pies para avanzar, de nuestras manos para remar, de nuestros corazones para Amar.
Sólo es Navidad si apagamos todas las luces que nos destellan y distraen y percibimos que en nuestro interior brilla intensamentre la Estrella de Belén, la que nos revela que en la pequeñez, la pobreza y la fragilidad se oculta la grandeza de un Dios que se deja abrazar.
¡Feliz Navidad!

 

Para que tengan Vida

Al alborear el alba las mujeres se pusieron en camino…  
Quizás como un día más, fueron las primeras en abrir las ventanas y respirar el aire limpio de la mañana. Sin acabar de asimilar aún lo ocurrido, con el dolor lacerando el alma, otearon el horizonte en busca de una nube que derramara sus lágrimas para restañar las heridas.
Y al llegar al sepulcro, una luz viva ofuscó su mirada y no encontraron más que los rastros del absurdo sinsentido acaecido: una piedra corrida, unos lienzos tendidos y una fría losa que ardía más que el sol…
Al alborear el día, triunfó la Vida. Al romper el día se desvanecieron los temores. Al despuntar la mañana el gozo se abrió paso en el corazón.
Y entonces, solo ellas comprendieron (porque solo ellas tuvieron el coraje de acudir al sepulcro desafiando a los romanos) que Su misión fue que tuvieran Vida. Todos y todas. Que todo ser humano tenga Vida, comenzando por ellas, quienes no contaban en los censos, y después, los desheredados y arrinconados, los pequeños, pobres y sencillos, los no letrados… y también nosotros y nosotras.
Al quebrar el alba de la mañana de Resurrección, la esperanza nos invade pues la primavera ha hecho retoñar los árboles y verdear los campos; al rayar el día, un gozo sereno nos invita a saborear la Vida. Una Vida no exenta de sinsentidos que en El adquieren sentido y repleta de ilusiones, sueños y anhelos que nos hablan del gozoso encuentro; una Vida que quiere ser vivida y transmitida…
El ha venido para que tengamos Vida.
Nosotros y nosotras, quienes creemos en El y queremos seguir sus pasos, somos Vida que desea ser compartida, porque El nos invita a entregarla para que todos tengan Vida…
¡Feliz Pascua!

Un Niño nos ha nacido

Un Niño nos ha nacido; viene con la Paz. Paz para las familias, Paz para los pueblos y naciones; pero sobre todo Paz para los corazones. Sólo desde la Paz del corazón es posible reconocer y encontrar a Dios en un recién nacido. Sólo desde la Paz del corazón es posible celebrar Navidad.
Navidad es el Misterio de amor más grande imaginable. Dios quiere ser uno con nosotros, adentrarse en nuestras vidas, caminar a nuestro lado.
Resuena hoy en mí intensamente la expresión: ‘un Niño nos ha nacido’, quizás porque son muchos los pequeños que esta noche compartirán la mesa con nosotras. Al verlos a ellos y a sus madres, no puedo dejar de pensar en María de Nazaret.
¡Se ha idealizado tanto ese duro e inhóspito viaje desde Nazaret a Belén!; sería parecido al que hoy recorren algunas mujeres encintas o con recién nacidos en su regazo anhelando un futuro…
¡Nos esforzamos  tanto ‘montando’ el Belén! y hay tantas mujeres que aún hoy no tienen sitio en la posada…
¡Adornamos con tantas luces lo que ocurrió en la oscuridad y el silencio de la noche! cuando muchas mujeres necesitan ocultarse, sin luces ni cantos, para poder sobrevivir…
Quizás algunas mujeres, muchas ‘madres’, de las que hoy viven la Navidad en nuestras casas (algunas sin saber muy bien de qué se trata) podrían acercarnos con sus experiencias vitales, reales y actuales, a lo que sucedería aquella noche en Belén, podrían contarnos como sería la Nochebuena…
Nochebuena porque Dios se acerca: porque aún en medio de tanta oscuridad queda espacio para que la esperanza ilumine el corazón; porque aún entre tanta precariedad la confianza despierta la ternura; porque aún cuando todo parece un sinsentido una mano tendida acompaña el caminar.
Nochebuena porque en tí, Mujer, hay un pesebre que acoge la Vida, porque a pesar de no comprender has dicho ‘hágase’, porque no dudaste en ponerte en camino.
Nochebuena porque hoy puedo acoger, acariciar, abrazar la Vida que quiere nacer, abrazar a Dios, en cada uno de estos pequeños.
Un niño nos ha nacido… El es nuestra Paz, nuestra Esperanza, nuestra Vida.
¡Feliz Navidad!

María, desde el cielo

Me resulta dificil pensar en Tí, María, Madre y compañera en mi vida, en mi camino de seguimiento de Jesús, sin evocarte como peregrina, como buscadora de Dios, como mujer atenta a las necesidades de quienes te rodean, te invocan, te aclaman…
Siento que tu Asunción al cielo fue el culmen de tu canto del Magnificat: ‘desde ahora todas las generaciones me felicitarán…’
¡Qué bien supiste poner el acento en Quien fue tu única riqueza, en Quien te cautivó y por Quien te arriesgaste a caminar rompiendo moldes y esquemas, pronunciándote como Mujer!
¡Cuánto fue tu empeño en mostrarle a El, en darle todo el protagonismo de tu vida: ‘porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí’!
Sí, Madre. Tu grandeza fue tu humildad. Tu riqueza, la pobreza de un establo donde supiste ver el cielo en la tierra. Tu poder, el abandono en los brazos de quien en tí necesitaba ser arrullado. Tu fortaleza, la fragilidad de quien se sabe pequeña. Tu sabiduria, la obediencia al sueño de Dios para Tí. Tu oblación, la entrega generosa y disponible. Tu vivir, unas manos abiertas, unos pies peregrinos y un corazón enamorado, atento al querer de Dios y a las necesidades de quienes te rodean…
Porque supiste ser para los demás, fuiste para Dios. Porque quisiste ser de Dios, fuiste para los demás. Porque Dios se fijó en tí, Tu te dejaste hacer…
Desde dondequiera que estés, en el cielo gozando de El o en la tierra, allí donde pueda haber un pedacito de cielo… Madre, fortalece nuestros pasos, ilumina nuestras sendas, renuévanos en nuestro deseo de querer ser de Dios.

 

Abrazar al Resucitado

«Al alborear el primer día de la semana fueron María y la otra María a ver el sepulcro…» (Mt 28, 1)
Cada vez que leo este pasaje pienso por qué no iría María de Nazaret al sepulcro con las otras mujeres la mañana del domingo…
Quizás, medito, porque necesitaba de un espacio de soledad para asimilar lo acaecido; tal vez porque su esperanza dio paso a la certeza de que El ya no estaba allí; posiblemente porque ya ambos se habían encontrado y abrazado…
‘Creo, María, que tu fe te hizo sentir presente la ausencia, susurrado el silencio, iluminada la oscuridad…
Siento que Tu, María, Mujer…, fuiste la única que le esperaba llegar de un momento a otro, como en Nazaret, allí donde vuestra vida se hizo vecindad, proximidad, cercanía… 
Pienso que sólo Tu, María, la Madre…, permaneciste alerta, oteando el horizonte, avistando la brisa suave, aspirando el revoloteo del Espíritu…
En tu alcoba, una toalla y un lebrillo, una hogaza de pan y una copa de vino, una túnica blanca y un manto iridiscente… Todo preparado para lavar sus heridas, rememorar la Alianza, abrazar los abandonos.
Sí. No podía ser de otra manera… ¿dónde iba a acudir El sino donde la esperanza aleteaba, la fe perduraba y el amor todo lo inundaba?

Su primera visita tenía que ser para abrazarte, mitigar tu dolor y arrancar la espada que atravesaba tu alma… La primera aparición para Ti, que esperabas anhelante su llegada, para Tí que en Belén le envolviste en pañales y, en Jerusalén, con lienzos cubriste su cuerpo malherido, para Ti que pronunciaste un Hágase incondicional… El primer encuentro fue para serenar tu corazón, iluminar tu mirada, despertar tu sonrisa…
Sí, Tu fuiste la primera en abrazar al Resucitado…’
Ahora comprendo porqué María de Nazaret no fue al sepulcro… Allí tan sólo quedaban una piedra fría, unos lienzos tendidos y un sudario enrollado.  Allí únicamente cabían la certeza de la fe, el ardor de la esperanza y la profundidad del amor. Desde Jerusalén había que volver a Galilea, a Nazaret, a la cotidianedidad de una vida impregnada del aroma de la Resurrección… Y allí permanecía María, anhelante, orante, con la lámpara siempre encendida…
¡Feliz Pascua!

Sin ruido…

Sin ruido, calladamente, de puntillas, quisiste que transcurriera tu vida… Y es así como hoy quiero ‘celebrar’, recordar y vivenciar aquel 23 de marzo, en que con voz casi inaudible Juan Pablo II te declaraba Beata.
Tu vida fue ese acontecer de Dios que tu quisiste ser desde la donación total, desde el abandono incondicional, desde la fe inquebrantable en Quien todo lo puede y para Quien nada hay imposible.

Sin ruidos, sin estruendos, quiero sentarme un rato contigo y presentarte el hoy de tu obra, a cada una de tus hijas, y a cada una de las personas a las que somos enviadas por tí, dando continuidad a tu misión, queriendo prolongar tu carisma en el tiempo, escribiendo, quizás con borrones, las páginas de la historia que hoy estamos viviendo…
En silencio, quedamente, quiero escucharte hoy, Madre Juana María, decirme, una vez más, con tu vida más que con palabras:
. Yo y todo lo mío, desde Dios, a través de cada Esclava de María, quiero ser para las obreras, para las mujeres trabajadoras que dejan sus hogares, su tierra, su familia en busca de nuevas oportunidades; para las jóvenes que quieren un futuro diferente; para las mujeres a quienes la vida les ha tratado con dureza e injusticia; para aquellas que traen sus hijos consigo buscando seguridad; para las que huyen de la guerra, la opresión, la marginación…
. Yo y todo lo mío, a través de las hermanas y todas aquellas personas que trabajan en los colegios, cualquiera que sea la misión que desempeñen, quiero sembrar en cada niño, en cada jóven, además de la educación intelectual, los valores que les forjen como personas honradas, justas y trabajadoras…
. Yo y todo lo mío, a través de quienes trabajan o colaboran en nuestras obras, a través de quienes comparten mi carisma y quieren continuar vivenciando mi espiritualidad,  quiero ser signo y presencia del Misterio que nos habita a cada ser humano, busco ser ese acontecer de Dios que transforma la vida a través de la acogida, la cercanía, la ternura, la comprensión, la solidaridad, el cariño…
Es grande el reto que nos presentas, Madre; por eso la necesidad de interiorizarlo, sin ruido, con el corazón abierto y esponjado para dejarme llenar de Dios, como tu dejaste que El habitara en tí…
Gracias, Juana María, por hacer de tu vida ese transitar de Dios callado, sin ruidos, colmado de obras y gestos que resuenan en el tiempo, aún cuando las palabras se tornen brisa y susurro…