Descendiendo

Casi desde los inicios del confinamiento, por proteger a nuestras Hermanas mayores, en mi comunidad rezamos en el coro de la Capilla, lo cual supone un cambio de perspectiva visual, que debería conducirnos a un cambio de perspectiva espiritual.
Estamos acostumbradas a fijar durante los tiempos de oración nuestra mirada en el Sagrario, un Sagrario que, en la mayoría de las capillas e iglesias, suele estar más o menos a la altura de nuestros ojos o algo más elevado; en ese caso nuestra oración se eleva, en el sentido más literal de la palabra, a Dios, a un Dios que desde lo ‘alto’, desde el cielo acoge nuestra plegaria y derrama sobre nosotros su bendición…
Orar mirando hacia bajo me conduce a dos reflexiones:
. la primera es el ‘abajamiento’ de Dios. Dios se hace uno con los más pequeños, frágiles y vulnerables, con los que no cuentan, con los que siempre están ‘abajo’, muchas veces porque no les damos la oportunidad de ‘subir’… Dios comparte su camino con ellos y desde ellos me tiende su mano suplicante avivando mi sosiego, despertando mi conciencia, sacudiendo mis entrañas.
. la segunda es que yo también debo ‘bajarme’ para poder hacer historia de salvación con quien camina por cañadas escarpadas, por valles quebrados, con andares extenuados y pasos vacilantes. Bajarme para ser uno con ellos y con el Dios que se ha fijado en mí y me quiere pan compartido, palabra callada, ternura y abrazo.
Desde el Sagrario mi mirada se desliza por la Capilla hasta detenerse en la arqueta con los restos de Juana María. ¡Qué bien entendiste, Madre, este mensaje! Tu no dudaste en ‘bajar’ de tu tartana y caminar paso tras paso con tus obreras, compartiendo su fatiga, alentando su ilusión, fortaleciendo su esperanza…
   ¡Dios de la historia, Madre Juana María, enseñadme a vivir descendiendo!
Y tú, ¿cómo quieres vivir? ¿Te animas a descender con nosotras, Esclavas de Maria?

 

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