Dicen que la Navidad de este año será diferente, que no pueden haber reuniones familiares numerosas, ni celebraciones especiales, ni fiestas nocturnas… y tal vez ni Misa de Gallo ni campanadas de Año Nuevo, ni la noche mágica de Reyes.
Creo que puede ser una ocasión y una oportunidad para volver a lo fundamental, a lo esencial, y para celebrar lo que realmente significan estas fiestas y que, últimamente, para algunos, quizás, ha quedado un tanto relegado y/o desplazado: el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, la manifestación suprema del amor de Dios hacia cada uno de nosotros, la expresión máxima de la ternura al contemplar la omnisciencia de la divinidad en la fragilidad y vulnerabilidad de un recién nacido…
Celebrar la Navidad es hacer memoria agradecida al recordar que Jesús vino a compartir su vida con nosotros. Vino y se quedó: se quedó en los sencillos, los pequeños, los humildes… se quedó en los pobres de espíritu. Se quedó, permanece entre nosotros, camina al paso de nuestro andar a veces distraído y nos invita a descubrirle en tantas vidas ‘apagadas’ por los ruidos de músicas estridentes, por las luces intermitentes, por miradas indiferentes, por prisas indefinidas…
Jesús se hace presente estas navidades (y las anteriores y las futuras) en aquellos que vienen de lejos dejando atrás un presente sin futuro, en los que cada día luchan por sobrevivir y/o vivir eclipsando el dolor de pérdidas inexplicables, en aquellos que han perdido el trabajo y con ello la dignidad de traer cada día el pan a la mesa, en los que se arriesgan entre las marejadas subidos a una patera o un cayuco sin un horizonte o un rumbo fijo, en los que viven a nuestro lado compartiendo su día a día con nosotros y cuyas heridas y/o alegrías tal vez nos pasan desapercibidas… Se hace presente con maneras y formas inexplicables, como ocurrió en la primera Navidad: ¡¿quién iba a pensar que la grandeza de Dios podría sumergirse en la pequeñez de un recién nacido?!
Aprovechemos este año menos bullicioso, menos concurrido, más recogido, la oportunidad de recuperar el sentido más hondo de la Navidad, aquel que nos conecta con nuestro yo más profundo y nos impulsa a correr hacia el pesebre donde yace un pequeño envuelto en pañales extendiendo su mano para ‘tocar’ nuestro corazón y volver nuestra mirada hacia la hondura del alma; aquel que nos lanza hacia la fragilidad y vulnerabilidad de nuestros contemporáneos donde alguien nos tiende la mano y nos pide descansar en nuestro regazo, apoyarse en nuestro hombro, acunarse en nuestros brazos.
Quizás sean estas Navidades la oportunidad para restañar heridas, para restaurar debilidades, para renovar nuestros compromisos con nuestra familia, nuestra comunidad, nuestros amigos, vecinos, conocidos y desconocidos.
Quizás sean estos días la ocasión para descubrirnos sumergidos entre las pajas de un pesebre dando cobijo al Dios con nosotros, al Dios que cada ser humano alberga en su corazón.
¡Feliz Navidad!
«Se quedó, permanece entre nosotros, camina al paso de nuestro andar …» a veces, como tuve la fortuna de constatar, camina y se hace presente en la figura de un alma noble y bella, como María Dolores y las Esclavas de María.
Muy bonito y profundo, Dios quiera descubramos a ese Dios hecho niño, en esas realidades.
GRACIAS
Un año de mucha reflexión, situaciones límites, que me llevaron a reforzar mi espiritualidad, y compartirla, entrar en mi yo, analizar mi vida, mirar atrás y hoy como siempre recordar el Nacimiento. Es una alegría interior, una buena nueva, ese pequeño maravilloso, sentir la grandeza de Dios, y tratar día a día de poder estar en el camino.
Precioso, con sentido y sensibilidad.
Siempre se agradece estos mensajes.
Feliz Navidad