Sin ruido…

Sin ruido, calladamente, de puntillas, quisiste que transcurriera tu vida… Y es así como hoy quiero ‘celebrar’, recordar y vivenciar aquel 23 de marzo, en que con voz casi inaudible Juan Pablo II te declaraba Beata.
Tu vida fue ese acontecer de Dios que tu quisiste ser desde la donación total, desde el abandono incondicional, desde la fe inquebrantable en Quien todo lo puede y para Quien nada hay imposible.

Sin ruidos, sin estruendos, quiero sentarme un rato contigo y presentarte el hoy de tu obra, a cada una de tus hijas, y a cada una de las personas a las que somos enviadas por tí, dando continuidad a tu misión, queriendo prolongar tu carisma en el tiempo, escribiendo, quizás con borrones, las páginas de la historia que hoy estamos viviendo…
En silencio, quedamente, quiero escucharte hoy, Madre Juana María, decirme, una vez más, con tu vida más que con palabras:
. Yo y todo lo mío, desde Dios, a través de cada Esclava de María, quiero ser para las obreras, para las mujeres trabajadoras que dejan sus hogares, su tierra, su familia en busca de nuevas oportunidades; para las jóvenes que quieren un futuro diferente; para las mujeres a quienes la vida les ha tratado con dureza e injusticia; para aquellas que traen sus hijos consigo buscando seguridad; para las que huyen de la guerra, la opresión, la marginación…
. Yo y todo lo mío, a través de las hermanas y todas aquellas personas que trabajan en los colegios, cualquiera que sea la misión que desempeñen, quiero sembrar en cada niño, en cada jóven, además de la educación intelectual, los valores que les forjen como personas honradas, justas y trabajadoras…
. Yo y todo lo mío, a través de quienes trabajan o colaboran en nuestras obras, a través de quienes comparten mi carisma y quieren continuar vivenciando mi espiritualidad,  quiero ser signo y presencia del Misterio que nos habita a cada ser humano, busco ser ese acontecer de Dios que transforma la vida a través de la acogida, la cercanía, la ternura, la comprensión, la solidaridad, el cariño…
Es grande el reto que nos presentas, Madre; por eso la necesidad de interiorizarlo, sin ruido, con el corazón abierto y esponjado para dejarme llenar de Dios, como tu dejaste que El habitara en tí…
Gracias, Juana María, por hacer de tu vida ese transitar de Dios callado, sin ruidos, colmado de obras y gestos que resuenan en el tiempo, aún cuando las palabras se tornen brisa y susurro…

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