Dicen que la Virgen María no murió, que Jesús, su Hijo, la sumió en un profundo sueño y vino a buscarla…
No sé bien cuál será la realidad; tampoco me preocupa mucho. Lo cierto es que Ella goza de la presencia, del favor y del amor de Dios. De Dios Padre que pensó en Ella para cumplir su Alianza con su pueblo; de Dios Espíritu Santo que hizo posible la realización de este Misterio de Amor; de Dios Hijo que se encarnó en Ella y por Ella se hizo uno de nosotros.
La Asunción de María al cielo es para mí motivo de esperanza, vivida en fidelidad a la llamada de Dios a seguirle; es motivo de gozo, vivido en el quehacer cotidiano buscando dar respuesta coherente al proyecto de Dios sobre mí; es motivo de fe vivida en la confianza de que es Dios quien va orientando e iluminando mi camino.
La Asunción de María es aliento y estímulo en mi peregrinar; Ella es quien me precede, quien me muestra el camino a seguir, quien señala el rumbo que deben seguir mi pasos. Ella es quien extiende sus manos hacia mí invitándome a no desfallecer.
María es quien, desde el cielo, eleva cada día a Dios Padre una plegaria por mí para que mis pies vayan siempre por sus senderos; Ella es quien me mantiene alerta buscando que el Evangelio sea mi norma de vida; Ella es quien pronuncia conmigo el Sí de cada día… María es quien me espera en la meta de mi peregrinación: Dios.
María, Madre y Maestra, Amiga y Hermana, compañera de camino,
Tú, que ya gozas de la presencia de Dios,
mira a tus hijas, las Esclavas de María,
que peregrinan por esta tierra anhelando llegar un día al cielo.
No apartes tus ojos de las que te tienen por modelo,
por ejemplo, por norte de su vida.
Presenta ante Dios Padre a las que de Tí se han hecho Esclavas:
Esclavas de la Esclava del Señor,
para que mire benévolo esta pequeña Congregación
que quiere sembrar en la tierra una pequeña parcela del cielo
viviendo, sirviendo, amando y construyendo el Reino.
Despierta en las jóvenes el deseo de seguir y amar a Jesús
con el espíritu y el estilo de la Madre Juana María:
con sencillez, humildad y alegría. Amén.