En el corazón del mes de mayo, mes dedicado a María, muchas noticias de desastres naturales, violencia, persecuciones… van enturbiando nuestro día a día y cuestionando nuestra existencia, nuestro modo de vivir, la tranquila ‘seguridad’ en la que aquí, en Europa, nos movemos. Me preguntó a menudo qué respuesta estamos llamadas a dar nosotras, como religiosas, ante dichas noticias… Quizás, a ese nivel, poco podemos hacer, pero sí podemos actuar (escuchar, acompañar, acoger, alentar, estimular…) ante las situaciones de precariedad, de penuria, de dolor, de injusticia que encontramos en nuestro caminar.
En estos días evoco constantemente a María, la Virgen; la liturgia y la piedad popular hacen que mayo gire en torno a Ella. María es la Mujer que supo dar a cada uno y en cada momento la respuesta adecuada:
– cuestionó al ángel cuando le propuso algo que escapaba a la comprensión humana;
– se puso en camino, con presteza, para acompañar y ayudar a Isabel;
– alabó la grandeza de Dios que actúa en el corazón de los sencillos;
– emigró a Egipto protegiendo a su Hijo;
– …
– permaneció firme al pie de la Cruz, alentando la esperanza de los amigos de su Hijo;
– aglutinó en torno a Ella, perseverando en la oración, a los discípulos a la espera del Espíritu…
¿Quién la guiaba? Sus manos entrelazadas, elevadas hacia lo alto, nos hablan de la continuidad de su plegaria, de la constancia de su oración, de la permanente presencia de Dios en sus pensamientos, en sus palabras, en sus acciones…
Pienso en María y me preguntó cuáles serían sus respuestas a las vicisitudes que encontramos en nuestro caminar. Al contemplarla, me habla de plegaria esperanzada, de abandono confiado, de serena presencia, de acogida incondicional, de disponibilidad absoluta…
Es todo un proyecto de vida, que hoy quiero hacer mío: vivir con el talante de quien se pone en camino con presteza y deja todas las inquietudes en las manos de Dios porque ‘para El nada hay imposible…’