El relato evangélico de hoy, fiesta de Cristo Rey, nos relata el encuentro de Jesús con Pilato instantes antes de ser condenado. Ambos entablan un diálogo sorprendente en un momento crítico y perentorio para la vida de Jesús. A Pilato le importa el poder de este mundo; por ello cuestiona a Jesús por su realeza: ‘¿eres tú el rey de los judíos?’. A Jesús le preocupa el establecimiento del Reino: ‘mi reino no es de este mundo’.
¿Qué nos preocupa a nosotros? ¿Qué tipo de poder buscamos, ansiamos, anhelamos? ¿En qué ‘Reino’ queremos vivir: el de Pilato o el de Jesús? ¿El de este mundo o el de ‘otro mundo’?
Quisiera pararme a reflexionar en la frase con la que Jesús, en este momento crucial, quiere resumir su misión: ‘Para esto he venido al mundo: para ser testigo de la Verdad’.
¿Qué es ser testigo de la Verdad? Para Jesús, ser testigo de la Verdad fue vivir con coherencia y autenticidad la misión que le había confiado el Padre; ser testigo de la Verdad fue para El amar hasta el extremo de entregar la vida; ser testigo de la Verdad fue derramar el amor de Dios sobre todas las criaturas.
¿Y yo?, me pregunto hoy, ¿cómo soy o puedo ser testigo de la Verdad? Me viene a la memoria la carta de san Pablo a los corintios: aunque haga grandes cosas, aunque tenga muchos títulos, aunque todos me alaben, me quieran, me busquen… si no tengo amor, nada soy.
Sin amor, sin caridad no podemos dar testimonio de la Verdad. Sin entrega, generosidad y disponibilidad; sin paciencia, misericordia y compasión; sin bondad, ternura y piedad … no podemos ser testigos de la Verdad.
¿Y qué es la Verdad? La Verdad es Dios mismo que se entrega por Amor. La Verdad es el amor de Dios hecho visible a través de su Hijo, a través de sus hijos/as, a través de cada persona que es capaz de vivir la entrega generosa y oblativa de su vida buscando el bien del hermano pobre y necesitado.
Ese es mi reto hoy: vivir dando testimonio de la Verdad (como lo dió Jesús), vivir siendo signo del amor de Dios (como lo fue nuestra Madre Juana María), vivir acogiendo los proyectos de Dios sobre mí (como los acogió María, la Virgen).
¿Cuál es el tuyo?