Fortaleza

piedad     Hoy, sábado santo, es el día de la esperanza. Esperanza en la vida, en el amor…
Hoy es el día de permanecer junto a María, la Madre de Jesús. Y al sentarme a compartir con Ella las vivencias referentes a Jesús de estos días pasados: la entrada triunfal en Jerusalén, aquella cena en Betania con sus amigos, cuando María derramó sobre Jesús el perfume de nardo, la cena pascual donde Ella permaneció, atenta y servicial, en un segundo plano, la sobremesa pausada, el partir apresurado hacia el Huerto de los Olivos, el largo abrazo con que le envolvió Jesús antes de salir, las noticias pesarosas que le iban llegando, su marcha precipitada para salir a su encuentro y apoyarlo con su mirada tierna de Madre, el sonido de los látigos, del martillo, de la lanza, su presencia silenciosa, orante, al pie de la Cruz, el tenerlo de nuevo entre sus brazos, limpiar su rostro, cerrarle los ojos, darle el último beso… al compartir con Ella estas vivencias me admira su Fortaleza.
No fue fácil su camino, su vida, pero Dios cuidó de Ella con ternura, con misericordia, con amor… Dios le concedió la fortaleza del corazón para ir acogiendo, asimilando y ennobleciendo el sufrimiento y el dolor de tantas mujeres como a lo largo de la historia pierden a sus hijos.
Tu fortaleza, María, me impulsa a no desfallecer ante las dificultades del camino, me insta a depositar en Dios todos mis afanes, cuestiona mi vida. Tu fortaleza, María, es hoy mi esperanza.