Enseñar con autoridad

pergaminoReleía estos días un pasaje evangélico en el que el evangelista nos cuenta que Jesús, en la sinagoga, dejaba a todos admirados porque enseñaba con autoridad.

Vivimos en una sociedad en el que a menudo confundimos la autoridad con el autoritarismo. La autoridad nos ayuda a crecer, hace brotar de nosotros mismos lo mejor que hay en nuestro interior, mientras que el autoritarismo tiende a reprimir.

Jesús, nos dice el Evangelio, enseña con autoridad. Enseña haciendo crecer, abriendo horizontes y mostrando caminos de liberación. Al enseñar, Jesús dignifica, valora, comprende, ama… Al enseñar, Jesús hace brotar en sus discípulos lo mejor que hay en su interior, les despierta la capacidad de creer en sí mismos, el deseo de cambiar. Jesús remueve las entrañas de los discípulos haciendo germinar en su interior el deseo de convertirse, de volver la mirada, de volver el corazón hacia Dios. Jesús suscita en ellos ese ansía de caminar hacia lo alto, de superar todas las mediocridades, de gestar una vida nueva en la que el Espíritu sea el protagonista.

Hoy también Jesús quiere acercarse a nosotros para enseñarnos, para hacernos descubrir que sólo en El podemos alcanzar la verdad, la libertad, el amor, la paz. La autoridad de Jesús es germen de vida nueva en nuestro corazón.

Este tiempo cuaresmal es, para cada uno de nosotros, una llamada acuciante a la conversión, a volver la mirada y el corazón para dejar que sea ‘enseñado’ por la autoridad de Jesús, a dejar que El vaya haciendo brotar en nosotros los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, bondad, fidelidad… ; este camino cuaresmal es una invitación a caminar tras sus huellas para poder vivir con El la experiencia gozosa de la Resurrección.

Dejemos que Jesús vaya enseñándonos, con la autoridad del amor, a vivir desde esa presencia de Dios que todo lo hace nuevo, también nuestro corazón…

Está cerca el Reino de Dios

reinoNos habla el Evangelio de este primer domingo de cuaresma del inicio de la misión de Jesús en Galilea. ‘Está cerca el Reino de Dios’ es el mensaje principal de Jesús, después de haber superado las tentaciones en el desierto.
La certeza de la cercanía del Reino, de la presencia de Dios en la historia, de su opción fundamental en la vida, fue lo que le ayudó a Jesús a vencer la tentación.
Nosotros, hoy, más de dos milenios después seguimos sumergidos, como en los principios de la creación, en la corriente de las tentaciones que a menudo nos paralizan e impiden caminar con presteza. No es fácil descubrir cuáles son nuestras tentaciones porque vivimos en una sociedad en la que todo es permisible y parece que el pecado haya desaparecido.
El tiempo de cuaresma, vivido en clave evangélica, nos lanza el reto de pararnos a revisar nuestra vida, nuestra historia, nuestro caminar y buscar cuáles son las piedras que impiden que avancemos con paso ligero y bloquean nuestra vivencia cristiana; nos invita a reconocer cuáles son las tentaciones que aún no hemos superado y nos están alejando del proyecto del Reino de Dios que Jesús vino a anunciarnos; nos impulsa a volver la mirada hacia el amor primero y descubrir que Dios es el Padre que confía en cada uno de nosotros y acoge nuestra debilidad y fragilidad.
Esta cuaresma os invito a buscar los signos del Reino de Dios en los acontecimientos cotidianos donde aparentemente todo parece haberlo escondido (recuerda que de Nazaret no podía salir nada bueno) y a vencer la tentación de suplir a Dios por otros ‘dioses’ más cómodos.
Te invito a dejar que el amor de Dios envuelva y acoja con su ternura tu pequeñez, para que puedas vivir con El la aventura de sembrar su Reino.

En lo secreto

???????????????????????????????En el Evangelio de Mateo, en el texto que la Iglesia propone para iniciar la cuaresma, leemos: Tu Padre, que ve en lo secreto… tu Padre, que está en lo escondido… y me paro a pensar en esa gran certeza:
– La certeza de esa presencia de Dios oculta, callada, minúscula, aparentemente insignificante, en algo tan básico, tan elemental, tan común y cotidiano como es el pan, y un pan ácimo. Un pan que no necesita levadura para fermentar porque el fermento es la misma masa, el fermento está en su ser más profundo, el fermento es su esencia.
– La certeza de que El está ahí presente, mirándonos desde lo escondido, desde lo secreto, desde el Sagrario… observando los rincones más insignificantes de nuestra alma, contemplando nuestras mociones más íntimas.
– La certeza de que El mueve cada una de las fibras de nuestro corazón, de que es el motor que cada día se pone en movimiento en su presencia, que nos impulsa a caminar, a vivir, a amar…

Pensar en esta certeza me empuja a recitar la oración del Padrenuestro con otro sentido, haciendo más consciente la petición del pan de cada día… Me cuestiono qué es lo que yo, que tengo cada día pan en la mesa cuando tantos carecen de él, pido al expresar: Danos hoy nuestro pan de cada día…
El pan que pido es el pan de la Eucaristía, el pan de su Palabra, el pan de su Amor.
Pido el Pan de la comunión fraterna, de la solidaridad con los más desfavorecidos, de la búsqueda de la verdad y la justicia.
Pido el Pan de la vida digna, del trabajo estable, de la paz del corazón…
Quisiera, en esta cuaresma, poder acercarme cada día Al que ve todo en lo escondido, desde esa presencia callada que es el Sagrario, con la mirada limpia y el corazón anhelante de ser colmado con su Pan: que mi ayuno sea saciarme de El, mi oración encontrarle en los hermanos y mi limosna entregarme sin medida.
¡Feliz Cuaresma!

Empadronamiento

Niño

En el ‘Encuentro con María’ de este mediodía leíamos el pasaje evangélico de la misa de medianoche, e íbamos desgranando Avemarías al tiempo que reflexionábamos en cada uno de los párrafos.
Me paraba en la idea del empadronamiento. Cada uno debía ir a empadronarse en su lugar de origen… Me venía a la mente la idea (absurda) de que dicho decreto se promulgara hoy a nivel mundial… ¡cuántos desplazamientos se darían!, miles, millones… Me venían a la mente las mujeres de nuestra Residencia, de países tan diversos y lejanos, e incluso nosotras mismas, las hermanas.
Pero me quedaba reflexionando en otro aspecto del empadronamiento. Me preguntaba si yo estaría empadronada algún día en el Reino de los Cielos, que en definitiva es lo que me importa, lo que me cuestiona, hacia lo que debe orientarse mi vida… Me preguntaba si reuniría los requisitos para ser un día ciudadana del Reino Celeste, para obtener un permiso de residencia permanente.
Me fijaba en María, como Ella, embarazada, casi a punto de dar a luz, tuvo que ponerse en camino, venciendo grandes dificultades, sorteando las pruebas y asperezas de un viaje que muchos de sus paisanos verían como una locura que lo emprendiera, pues el que estaba obligado a empadronarse era José. María actuó por y con fidelidad. Fidelidad al hombre que, sin conocerla, como dice la Escritura, creyó en Ella; fidelidad al Dios creador, que se fijó en su pequeñez para realizar su plan salvador, para acercar su Reino hasta nosotros; fidelidad al Hijo que llevaba en sus entrañas, al que quería darle el linaje que le correspondía; fidelidad a tantos y tantas desplazados de la historia, de la vida, de la sociedad…
Creo que el viaje de María para empadronarse junto a José es un estímulo y un aliciente para muchos de los que se ponen en camino cada día arriesgando su vida para buscar un futuro mejor. Pero también debe serlo para cada uno de nosotros. Debe ser una invitación a desinstalarnos, a salir de nosotros mismos, a buscar como dignificar la vida de los que la vida pone en nuestro camino. Debe ser un estímulo para no desfallecer ante las dificultades y baches del día a día. Un aliciente para trabajar con firme tesón, como hizo nuestra Madre Juana María, para estar un día empadronadas en el Reino Celeste: ‘ser santas en el cielo sin levantar polvo en la tierra’, nos diría ella.
Esta Navidad, vayamos a empadronarnos con presteza, con firmeza, con alegría, a nuestro lugar de origen: Dios, que se hace Niño, que viene a compartir nuestra historia, nuestra vida, nuestra suerte, para darnos cabida a nosotros en la suya.
Empadronémonos en Dios, afiancemos nuestras vidas en El, que es la Vida… La oración, los sacramentos, las obras de misericordia… son los requisitos. Un Niño nos lo ha enseñado…

Ante María

Hay momentos en los que necesito sentarme a escribir para poder pararme a pensar. La vida nos lleva a menudo por caminos insospechados. Y quizás eso es la experiencia que tengo esta semana.

En plena celebración de la novena a la Inmaculada, metida de lleno en los preparativos para ese día grande para nosotras, Esclavas de María Inmaculada, acompañando a las junioras en el retiro previo a su renovación de votos, el dolor ha llamado a la puerta. Sorprendentemente, sin previo aviso… una hermana, en la plenitud madura de la vida, está en la UCI. Todo se remueve por dentro y me cuestiona, me inquieta, me pone en alerta. No me pregunto el porqué, sino el cómo: cómo ir dando la respuesta adecuada, cómo acompañar desde el silencio y la lejanía física, cómo acoger este golpe de la vida, cómo vivirlo con esperanza.

Y a todo ello me ayuda María. Ante Ella, en la pequeña capilla del Hospital, las palabras callaron en mí. Ella preguntó antes de responder, pero una vez pronunciado el ‘Hágase’, su vida fue un silencio fecundo que la condujo a decirnos: ‘Haced lo que El os diga’… Y El me dice que acoja el misterio de la vida, el sinsentido del dolor, el cansancio de la lucha diaria por dar vida… El me dice que junto a El nade debo temer, que no hay Luz sin Cruz, que El es la Vida.

Me siento extraña: tal vez algo hueca por dentro, pero envuelta en su ternura; tal vez decaida, pero con la certeza de que nada pasará sin que El lo quiera; tal vez cansada, pero serena y con paz.

Ante Tí, María, pongo su vida, nuestra vida, la de tu Congregación. Ayúdanos a darnos y servir como lo hiciste Tú: con alegría, sembrando la semilla del Amor; que nunca falte a nuestra mesa el vino de la alegría, del gozo, de la fiesta… Que nunca falte un sitio para El.

Privilegio

manosMe decía una persona muy querida por mí hace pocos días: ‘no quiero privilegios’. Y es cierto, sé que lo decía con el corazón. Pero me hizo pensar, reflexionar, orar con dicha frase. Porque nuestra vida, mirada desde la óptica de Dios, es ya en sí misma un privilegio. No sé si ella se siente privilegiada por haber sido invitada por el Señor para estar a su servicio, para vivir por y para El… pero lo es.

La invitación de Jesús a su seguimiento, el dejar que Dios nos consagre para sí, el hecho de ser llamada y escogida por El, es ya en sí mismo el mejor regalo que se nos puede hacer; es motivo para sentirnos los seres más privilegiados. Y ante ello sólo cabe una actitud reverente de acción de gracias continua.

Quiero, al inicio de este curso, proponerme, y proponeros, el vivirlo en actitud permanente de agradecimiento. Siempre tenemos motivos para dar gracias: el nuevo día que amanece, las personas con las que convivimos, aquellas que se preocupan por nosotras, las que se cruzan cada día en nuestro camino, el alimento que llega a nuestra mesa, las lecturas que hacemos… la Palabra que el Señor nos regala cada día, la celebración de la Eucaristía… ¡tantas cosas!

Sí, me siento privilegiada, aunque no busque los privilegios. Las oportunidades que Dios nos da cada día son motivo para ello, y por ello solo puedo decir: Gracias. ¿Y tú?