Cotidianeidad

???????????????????????????????A veces pensamos que la cotidianeidad no tiene nada que decir y sólo esperamos que lleguen acontecimientos relevantes para hablar, escribir, comunicar… ¡Qué equivocados estamos!
El mero hecho de que cada mañana amanezca, luzca el sol, aparezcan nubes en el firmamento ya es un motivo para pensar, escribir, agradecer a Quien todo nos lo otorga sin esperar nada…
Y es que, en realidad, lo cotidiano es lo que mayormente constituye nuestra vida.
No nos pasan a diario grandes cosas, pero si nos pasan muchas pequeñas cosas que deberían hacernos pensar.
Estos días vienen muy a menudo a mi mente y a mi corazón la imagen y la vida de mis hermanas ‘mayores’: mayores en edad, en experiencia, en vivencias; mayores en entrega, en generosidad, en desgaste; mayores en fidelidad…
Quizás sus vidas no guarden hechos extraordinarios, quizás no tengan grandes hazañas que contar, quizás su día a día es extraordinariamente ordinario… pero es eso, esa sencillez, esa cotidianeidad de vida, ese permanecer en el tiempo lo que me da que pensar y me hace valorar cada gesto, cada palabra, cada acto de amor. Actos que se manifiestan y expresan en la rutina cotidiana: levantarse cada mañana para rezar con la comunidad a pesar de sus achaques; colaborar en los quehaceres de la casa: arreglar la mesa, cuidar las plantas, regar el patio, atender la portería, coser el bajo de una falda; sentirse parte de un proyecto común: estar pendiente de quien viaja, de quien llega, preocuparse de cada una, rezar por todas…
Esa cotidianeidad que abarca la mayor parte de nuestra vida es la que nos va formando y con-formando. Vosotras, mis hermanas mayores, me lo habéis enseñado.
Y, sí, decididamente, eso es lo que quiero vivir y transmitir a quienes vienen tras de mí: el valor de lo cotidiano hecho con amor y por amor. O como diría nuestra Madre Juana María, y que tan bien han entendido tantas hermanas a lo largo de la historia de nuestra congregación: ‘hacer lo ordinario de forma extraordinaria’

Mare de Deu dels Desamparats

mare-de-DeuHoy en Valencia es el día de la Virgen, de la Mare de Deu.
Esta mañana hemos participado en la Missa d’Infants; la plaza estaba a rebosar y aunque los murmullos cuando hay tanta aglomeración se hacen inevitables, había momentos en los que el silencio se podía cortar.
Me estremecen y cuestionan estas celebraciones.
Me estremecen porque ¡cómo mueve la Mare de Deu a tantas personas! ¡cómo llega a tantos corazones!
Me cuestionan porque: ¿cómo asemejarnos a Ella? ¿cómo acrecentar nuestra fe en Jesús? ¿cómo seguir su ejemplo?
Como Esclava de María, heredera del legado mariano de la Madre Juana María, esta mañana al escuchar la homilía de Don Carlos, nuestro arzobispo, no podía menos que pensar en ella, en Juana María: Don Carlos hablaba de la archicofradía de la Virgen cuya finalidad es la atención a los desfavorecidos; Juana María, conocedora de esta obra, quiso atender a un sector muy desamparado de la sociedad de aquella época: la mujer obrera, y quiso hacerlo de una manera íntegra, entregando su vida a Dios para ellas. Pensaba en la semejanza de ambas misiones y me sentía orgullosa de nuestra Madre Juana María, cuya vida, recién nacida, fue ofrecida por su madre a la Mare de Deu para que la acompañase y guiase en su caminar. ¡Qué pensaría doña Juana años después al ver como la Verge había escuchado su plegaria!
Como valenciana que era, para Juana María la Mare de Deu sería su referente y acudiría con frecuencia a la Basílica a visitar  a la Verge en su camerín y allí, ante Ella gestaría su proyecto, a Ella ofrecería su vida, a través de Ella presentaría a Dios la vida de las obreras, como Ella sería esclava del Señor.
Mare de Deu dels Desamparats, a Tí acudimos, acoge nuestras súplicas y preséntalas a Dios.

Sal a darlo todo

???????????????????????????????Sal, sal, sal…
Ponte en camino.
Ve ligero de equipaje.
Dispón tu corazón a lo imprevisto.
Libérate de ataduras.
Abre tus ojos; dirige tu mirada hacia el horizonte sin dejar a un lado a quien camina a tu lado, a quien se cruza en tu camino.
Déjate guiar, orientar, acompañar…
Emprendes un viaje en el que Dios es el camino, el Evangelio tu mochila, María Inmaculada tu guía y la Madre Juana María tu compañera de fatigas…
Así fue la llamada, así fue. Así es.
Dios no lo piensa dos veces; El se ha fijado en tí y ha forjado un proyecto para tu vida.
Tampoco tú debes pensarlo; es más fácil si te dejas llevar, si te lanzas al infinito, si te abandonas en sus manos.
¿Cuál es la meta? ¿Las etapas? ¿Los albergues del camino?
La meta es El. Las etapas son la vida misma, tu crecimiento personal, tu entrega a los demás. Los albergues, los encuentros diarios con El en la oración, la Eucaristía, la escucha de la Palabra…
¿Aún no lo tienes claro? Dios sale a tu encuentro y te invita a que tu salgas a darlo todo.
¿Todo? Sí, TODO. Porque El es el Todo.
¡Te está llamando! ¿Te animas a decirle: SI?

Recuerdo agradecido

Hoy el recEucuerdo me acerca una vez más a la figura de nuestra Madre Juana María…
¡Qué emoción tan grande sentirías al ver que tus proyectos se iban fraguando! ¡La primera Eucaristía en el Asilo! ¡Las obreras tenían ya su hogar!
Hoy quiero darte las gracias Madre por tu tesón, tu constancia, tu perseverancia… Gracias por fiarte, por confiar, por dejarte llevar de la intuición de tu corazón. Gracias por escuchar la voz de Dios en las voces de las obreras. Gracias porque las ‘otras’, las ‘obreras’, fueron para tí la voz, la mirada, la sonrisa, la presencia del Otro, de Dios.
Entre los pocos recuerdos que tenemos de tí, descubro esta estampa que, quizás, la tuvieras en tu librito de oraciones, quizás, en tu mesa, quizás en tu cuarto… ¡qué importa dónde! lo que importa es que representa a Quien fue el centro de tu vida, hacia el que volvías constantemente tu corazón, tu mirada, tu quehacer. Representa Al que atrapó tu corazón entre sus redes de humilde pescador y quiso que tu prolongarás su tarea, y salieras a bregar cada día al camino de las Moreras, por el que transitaban, cansadas y humilladas, las obreras, y les restañaras su dignidad ofreciéndoles compartir contigo su fatiga.
Hoy, en esta casa, cuyas paredes parecen hablarme de tí, quisiera que todo lo tuyo me impregnara, que tu manera de ser, de actuar, de vivir fuera calando en mi corazón e imprimiendo esa tenue huella que, aunque apenas se percibe en la arena, si la sigues llegas a buen puerto, al puerto más seguro: Dios.

La otra María

Al llegar a este tiempo de Pascua siempre me quedo pensando en una aparición que no aparece en los relatos evangélicos que han llegado hasta nosotros, y de la que tengo la certeza que existió. Certeza que no se basa en hechos ni en palabras sino en una intuición del corazón: ¿cómo no iba a hacer partícipe Jesús a su propia Madre del gozo, de la alegría, de la paz de la Resurrección?
Muchos dicen que María no necesitaba comprobar con hechos lo que su corazón vivía y sentía; que ella experimentó la resurrección del Hijo desde la certeza de la fe… Tal vez sea cierto, ¿quien soy yo para discutir con los teólogos y exegetas esas afirmaciones fruto del estudio y la reflexión?
Pero… desde mi ser de mujer, desde mi profundo amor a María, estos días me quedó siempre pensando en esta aparición. Jesús, el Hijo, el fruto de las entrañas de María, del que nos dicen los evangelios que vivió y sintió como hombre, debió sentir la necesidad de hacer partícipe a María del gozo y la alegría, de que todo el dolor había sido vencido y El había culminado su misión.
San Mateo nos habla en uno de los relatos de las apariciones de la ‘otra María’; ¿es una manera indirecta de referirse a la Madre? ¿cómo no iba a ser Ella una de las que fueran al sepulcro la mañana del sábado para embalsamar el cuerpo que tantas veces habían estrechado sus brazos? ¿cómo iba a dejar esta última tarea incompleta?

‘Gracias, María, por tu ser de mujer,
por tu fe inquebrantable,
por tu amor entrañable.
Gracias por esperar y creer,
por confiar en El,
por lanzarme a sus brazos.
Gracias.’

Fortaleza

piedad     Hoy, sábado santo, es el día de la esperanza. Esperanza en la vida, en el amor…
Hoy es el día de permanecer junto a María, la Madre de Jesús. Y al sentarme a compartir con Ella las vivencias referentes a Jesús de estos días pasados: la entrada triunfal en Jerusalén, aquella cena en Betania con sus amigos, cuando María derramó sobre Jesús el perfume de nardo, la cena pascual donde Ella permaneció, atenta y servicial, en un segundo plano, la sobremesa pausada, el partir apresurado hacia el Huerto de los Olivos, el largo abrazo con que le envolvió Jesús antes de salir, las noticias pesarosas que le iban llegando, su marcha precipitada para salir a su encuentro y apoyarlo con su mirada tierna de Madre, el sonido de los látigos, del martillo, de la lanza, su presencia silenciosa, orante, al pie de la Cruz, el tenerlo de nuevo entre sus brazos, limpiar su rostro, cerrarle los ojos, darle el último beso… al compartir con Ella estas vivencias me admira su Fortaleza.
No fue fácil su camino, su vida, pero Dios cuidó de Ella con ternura, con misericordia, con amor… Dios le concedió la fortaleza del corazón para ir acogiendo, asimilando y ennobleciendo el sufrimiento y el dolor de tantas mujeres como a lo largo de la historia pierden a sus hijos.
Tu fortaleza, María, me impulsa a no desfallecer ante las dificultades del camino, me insta a depositar en Dios todos mis afanes, cuestiona mi vida. Tu fortaleza, María, es hoy mi esperanza.