Acostumbrados a oir esta frase nos parece algo normal, lógico y natural que Dios, el Todopoderoso, la Palabra eterna, el Amor infinito, el Creador del mundo, nuestro Hacedor, asuma nuestra humanidad, toque nuestra realidad y comparta nuestra cotidianeidad…
Y de natural, lógico y normal tiene poco.
Que Dios se haga uno como y con nosotros es el acontecimiento más extraordinario que ha podido acaecer en la historia de la humanidad. Pero tan acostumbrados estamos a oírlo (quizás no tanto a escucharlo, reflexionarlo y dejarlo reposar en nuestro corazón) que damos por sentado que no fue más que lo que tenía que ser, que ocurrió lo que debía suceder, que aconteció lo que estaba escrito y previsto desde los albores de la Creación… como suele pasarnos con tantas cosas que concurren en nuestra vida diaria.
Vivimos muchas veces rodeados por una realidad etérea en la que presuponemos que la mayoría de los seres viven con nuestro mismo o mayor ritmo de vida, aspirando y ansiando siempre ‘más’ (más cosas, más dinero, más confort…) viviendo desde el ‘menos’ (menos esfuerzo, menos implicación, menos desvelos…).
Esto a menudo nos hace perder de vista la fragilidad y vulnerabilidad de tantas y tantas personas que viven al límite de lo viable y compatible con una vida digna; pasamos con frecuencia por la vida sin mirar más allá de nuestro mundo circular en el que, teniendo más de lo imprescindible para sostener la vida, obviamos que muchos ‘sobreviven’ malviviendo sin ni siquiera lo más básico. Presuponemos que tantas cosas son normales que lo anormal es que no lo sean…
Y olvidamos que Quien pudo ser grande escogió nacer en la fragilidad de un recién nacido; Quien pudo vivir en un palacio vino al mundo en un establo rodeado de miseria; Quien pudo cambiar el ritmo de la historia con su poder optó por hacer del Amor oblativo el arma de su actuar…
Y así mismo obviamos que tener un trabajo estable no es lo normal para todos; que llegar a casa y encontrar comida en la alacena es un lujo para muchos; que tener agua limpia para beber y lavarnos dentro de casa es algo desconocido para algunos; que poder elegir qué ropa ponerte es algo impensable para otros; que caminar, jugar, estudiar, vivir sin ser perseguidos, amenazados, acosados es algo con lo que muchos sueñan…
Y con ellos sueña, peregrina y vive Quien quiso hacerse carne y habitar entre nosotros… porque si de algo estoy segura es de que con quienes compartiría hoy su vida, quizás no fuera con nosotros (los que decimos seguirle, creerle y esperarle), pues hay muchos que lo necesitan mil veces más porque ‘están cansados y agobiados’, ‘vagan como ovejas sin pastor’, ‘tienen hambre y sed de la justicia’, ‘trabajan por la paz’, ‘son mansos, misericordiosos, humildes de corazón…’; lo necesitan porque solo en El ‘encuentra descanso su alma’…
Navidad es tiempo de sueños, tiempo de esperanza, tiempo de entrega…
Navidad es tiempo de compartir porque Dios se ‘comparte’ con nosotros. Lo extraordinario se hace ordinario desde los brazos extendidos de un recién nacido que solicitan de ti y de mi que hagamos algo extraordinario con nuestra vida ordinaria: compartirnos con quienes están a la orilla de nuestro camino, como hizo El, como hizo María, como hizo Juana María…
¡Feliz Navidad!