
Entre las fábricas de seda se movió su vida, sin ruido, calladamente hizo su labor. Jugó un importante papel para la vida de las tejedoras, de las obreras de las fábricas de seda. Cerca de ellas quiso abrir el Asilo, el hogar que todas anhelaban…
Han pasado 100 años desde que nos dejó, pero su recuerdo sigue vivo, su espíritu continua velando por las obreras. Hoy ya no son de las fábricas de seda; hoy sus fábricas son otras, pero igualmente buscan un hogar…
Hoy, igual que ayer, muchas mujeres son el motor, el sostén de sus familias.
Hoy, igual que ayer, muchas mujeres dejan atrás, con dolor, el calor de la familia.
Hoy, igual que ayer, muchas mujeres trabajan, incansables, largas y duras jornadas laborales.
Y, hoy igual que ayer, Juana María Condesa surge como una estrella en su camino para tenderles una mano.
Se la quiere nombrar ‘Patrona de la seda’…
Pocas mujeres sabrán como ella del cansancio, la fatiga, el dolor y la incomprensión que las obreras de las fábricas de la seda ocultaban en cada puntada, en cada hilván, en cada pasada de la lanzadera.
Pocas mujeres sabrán como ella de la necesidad del calor de un abrazo, una palabra amable, una mirada apacible que anhelaban encontrar las obreras tras las duras jornadas de trabajo.
Pocos sabrán como ella que las obreras eran mano de obra barata, por su escasa formación, por su acuciante necesidad, por su vulnerable sumisión.
Han pasado 100 años… pero parece que fue ayer cuando las obreras interrumpían su jornada laboral para llevar sobre sus hombros los restos de quien se dio para ellas, luchando por ellas y viviendo entre ellas.
Entre la seda sin tejer, urdiendo un tapiz con la acogida, la comprensión, la formación… transcurrió su vida.




