Hoy el recuerdo me acerca una vez más a la figura de nuestra Madre Juana María…
¡Qué emoción tan grande sentirías al ver que tus proyectos se iban fraguando! ¡La primera Eucaristía en el Asilo! ¡Las obreras tenían ya su hogar!
Hoy quiero darte las gracias Madre por tu tesón, tu constancia, tu perseverancia… Gracias por fiarte, por confiar, por dejarte llevar de la intuición de tu corazón. Gracias por escuchar la voz de Dios en las voces de las obreras. Gracias porque las ‘otras’, las ‘obreras’, fueron para tí la voz, la mirada, la sonrisa, la presencia del Otro, de Dios.
Entre los pocos recuerdos que tenemos de tí, descubro esta estampa que, quizás, la tuvieras en tu librito de oraciones, quizás, en tu mesa, quizás en tu cuarto… ¡qué importa dónde! lo que importa es que representa a Quien fue el centro de tu vida, hacia el que volvías constantemente tu corazón, tu mirada, tu quehacer. Representa Al que atrapó tu corazón entre sus redes de humilde pescador y quiso que tu prolongarás su tarea, y salieras a bregar cada día al camino de las Moreras, por el que transitaban, cansadas y humilladas, las obreras, y les restañaras su dignidad ofreciéndoles compartir contigo su fatiga.
Hoy, en esta casa, cuyas paredes parecen hablarme de tí, quisiera que todo lo tuyo me impregnara, que tu manera de ser, de actuar, de vivir fuera calando en mi corazón e imprimiendo esa tenue huella que, aunque apenas se percibe en la arena, si la sigues llegas a buen puerto, al puerto más seguro: Dios.