Gozo y plenitud

Hoy, además del día de la Madre, celebramos la Jornada de Oración por las Vocaciones, de un modo especial por las vocaciones a la vida consagrada.
Como mujer consagrada, primero por el Bautismo, después por la Confirmación y finalmente por la consagración religiosa como Esclava de María inmaculada, hoy siento el deseo de dar testimonio de la vivencia de mi vocación…
No es fácil expresar con palabras lo que intento vivir cada jornada, y más cuando descubro que mi debilidad a veces puede alejarme del proyecto de Dios sobre mí.
Mi vida quiere ser una respuesta generosa al amor que Dios ha derramado en mi corazón cual cara fragancia que se guarda en un frasco pequeño, frágil, quebradizo; fragancia que me desborda y se derrama deseando perfumar a quienes comparten mi caminar…
Creo que esto puede ser hoy la síntesis de mi vocación:
– una vocación que me hace vivir desde la alegría y el gozo de sentirme entrañablemente querida por Dios;
– una vocación que me lleva a la entrega cotidiana de mi vida en el intento de ser prolongación del carisma que el Espíritu suscitó a la Madre Juana María;
. una vocación que me lanza a ser ‘madre’ de las mujeres, jóvenes, niñ@s… que comparten su vida con nosotras…

Como  Juana María, como María, quiero vivir esa maternidad espiritual que me lleva a gastarme y desgastarme, a entregarme por los demás, con mi fragilidad es cierto, pero con el inmenso deseo de servir y dar testimonio del amor que Dios derrama copiosamente sobre cada criatura.
Entregarme a Dios, ser consagrada por El, es lo que da sentido y plenitud a mi vida.
También Dios puede dar sentido a la tuya. ¿Te atreves a seguirle?

Si eres Tú…

cristo-rey Si eres Tú el rey de los judíos, si eres Tú el Mesías, si eres Tú el Salvador del universo… ¿por qué entregas tu vida en una Cruz? Es, quizá, la pregunta que surge cuando nos situamos ante ese relato evangélico desde la razón.
Olvidamos que sólo es posible comprenderlo y comprenderte desde el corazón, desde el amor, desde la fe. Porque tu vida tuvo sentido desde la radicalidad de la entrega, desde el abandono más absoluto en los brazos de Dios Padre, desde el olvido de Tí para encontrarte con nosotros entre nosotros.

¡Qué paradoja tan grande! Todo un Rey muriendo en una Cruz con la vestidura del esclavo, con la toalla del servicio ceñida. ¡Qué ejemplo tan admirable a seguir! Olvidamos tan a menudo que estamos llamadas, invitadas y convocadas para el servicio, para la gratuidad, para entregar la vida por amor… Ignoramos tantas veces a lo lardo del día que lo que nos engrandece es el olvido de nosotras mismas, el ponernos a disposición de quien nos necesite, el salir al encuentro del hermano pobre, frágil y cansado…

Si Tú eres Rey…
¿Y yo? Si he sido bautizada, si afirmo que creo en Tí, en Jesús de Nazaret… si digo que te sigo, si he sido confirmada, ¿qué fe profeso que no me lanza a dar un testimonio de vida más coherente? Si he sido consagrada por Dios Padre para seguirte viviendo en pobreza, virginidad y obediencia, ¿porqué no hago del servicio, de la misericordia, del amor oblativo mi ‘norma suprema’ de vida?

¡Qué lejos me siento hoy de Tí, siendo que estás tan cerca, tan dentro de mí…! Condúceme, Jesús,  por el sendero que lleva a tu Reino: el AMOR…

Renovación

pilaaguaEs quizás esta pequeña ‘pila de agua bendita’ el único testigo que queda de la primera profesión pública perpetua en nuestra Congregación. Está muy lejano en el tiempo aquel 8 de septiembre de 1911 en el que la Madre Juana María, junto a 18 hermanas, emitió sus votos perpetuos públicamente en la Capilla de la Casa Noviciado de Burjassot. Públicamente porque su corazón desde siempre era de y para Dios por toda la eternidad. Al menos eso es lo que podemos vislumbrar al contemplar su vida. Una vida que sólo tenía sentido desde Dios…

Nosotras, año tras año, hacemos memoria de dicho acontecimiento, renovando, simbólicamente, nuestros votos. Este año dedicado a nuestra Madre Juana María (por celebrar el Centenario de su partida hacia la Casa del Padre) recordar y celebrar dicho acontecimiento remueve mi interior y me invita a releer su vida:

  • Se fue de aquí muy joven, porque muy joven se adentró en la aventura del seguimiento radical de Jesús.
  • Abrazó con amor la Cruz que Jesús había diseñado para ella: orfandad, incomprensión, dudas, larga espera, enfermedad… hasta entregar la vida dando vida.
  • Vivió en plenitud los votos profesados: la pobreza, como un acto de desprendimiento (sus bienes y su persona); la virginidad, amando gratuita y oblativamente a las desheredadas de la historia; la obediencia, aceptando la mediación humana del cardenal Monescillo que tantas trabas puso a sus planes.
  • Creyó en la fraternidad como modo de vida para desempeñar su proyecto.
  • Contagió con gran celo apostólico y entusiasmo a otras jóvenes que se unieron a ella para dar vida al carisma que el Espíritu suscitó en su corazón.

Hoy, al renovar los votos, me dejo llevar por el recuerdo y pienso en ella que tanto luchó, se esforzó y soñó con ser de Dios y para Dios, y le dejo cuestionarme: ¿dónde pongo yo el acento en mi vida? ¿es Dios el eje vertebrador de mi existencia como lo fue de la suya? ¿en qué me empeño yo día tras día…?

En este 8 de septiembre te pido, Madre Juana María, por todas tus hijas que queremos seguir tus huellas y prolongar tu carisma en la historia: contágianos con tu entusiasmo, enciende nuestro corazón con tu ardor, y haznos desear ser de Dios como lo fuiste tú.

Hacerse pan

panSin duda alguna hoy Jesús nos invita a la vida consagrada a hacernos pan. A ser como el pan que se parte y se reparte, pan que se entrega a los demás, que se multiplica al dividirse, al compartirse, al repartirse. Pan que adquiere su sabor en la entrega oblativa, generosa, desprendida. Pan que sacia el hambre, que alimenta el cuerpo y alienta el espíritu.

En esta fiesta del ‘Corpus’, en que conmemoramos de un modo especial y particular la Eucaristía, el ‘hacerse pan’ de Jesús, su entrega por amor, somos invitadas a reproducir en nuestra historia personal, comunitaria y congregacional, el milagro de la multiplicación de los panes.

Me llama la atención en este relato el gesto de la bendición que hace Jesús sobre los panes antes de partirlos y repartirlos. La fuerza del relato (para mí) está en la bendición que hace posible la multiplicación. Jesús nos invita a vivir nuestra vida en clave de bendición para podernos multiplicar. Y… ¿dónde expresar mejor esa bendición que en la comunidad?

Para poder saciar el hambre de la multitud, Jesús les invita a sentarse en grupos, les invita a hacer comunidad, porque en la comunidad la calidad del pan se enriquece, adquiere el sabor de los dones de cada hermano/a; en la comunidad, al bendecirnos mutuamente y bendecir el pan, se multiplican nuestras fuerzas, se amasan nuestras vidas y se cuece una hogaza capaz de saciar el hambre, el hambre de pan, de calor, de esperanza, el hambre de Dios que (quizás sin saberlo) tiene nuestro mundo; en la comunidad, al poner cada una sobre la mesa nuestra vida en clave de bendición, de gratuidad, de oblación, va creciendo y enriqueciéndose la masa y adquiriendo la capacidad de multiplicarse, para poder partirse y repartirse, como hizo Jesús.

Hagámonos pan como Jesús, entregando la vida en clave de Eucaristía, de acción de gracias, de bendición. Partamos y repartamos nuestras vidas como el pan que, al dividirse, al compartirse, se multiplica.

Enjugar las lágrimas

obrerasLa lectura del libro del Apocalipsis del 5º domingo de Pascua expresa muy bellamente la acción misericordiosa de Dios: ‘Dios enjugará toda lágrima de sus ojos’; calmará todo el llanto de su pueblo, estará con ellos, pondrá su morada entre ellos, será su Dios… Es una bella invitación a la tranquilidad, al sosiego, al descanso del alma. De alguna manera Dios se está mostrando al pueblo como un Padre cercano, cariñoso, acogedor… un Padre que se desvela por sus hijos, que quiere que pongan en El toda su confianza, que acoge todas sus preocupaciones, sus anhelos, sus desvelos.

De alguna manera me acerca esta frase a la figura de la Madre Juana Maria. Ella también quería enjugar las lágrimas de las obreras, mitigar su fatiga, aliviar su cansancio. Ella quiso ser para las mujeres trabajadoras ese bálsamo restañador de las heridas con que las duras condiciones laborales, el injusto trato de los patronos, los peligros del camino iban lacerando sus vidas. Y, como dice el evangelista de Dios, Juana María quiso estar con ellas, poner su morada entre ellas, ser su ‘madre’.

Hoy, más de cien años después que ella comenzará a escribir esta historia de ternura y compasión, de amor y misericordia, me pregunto cómo estamos administrando la herencia recibida de ella, cómo estamos dando vida al carisma que el Espíritu infundió en su corazón, cómo vamos enjugando las lágrimas, aliviando el cansancio, acogiendo la fatiga de las mujeres que día tras día llegan hasta nuestra casa buscando ese remanso de paz, ese espacio de sosiego, ese abrazo de ternura…

Quizás son pocos y pequeños los granos de arena que aportamos a la construcción del Reino, tal vez sigamos mediocremente las huellas de esta gran mujer, posiblemente algunas veces dejemos de enjugar algunas lágrimas, pero … en el día a día de mi vida cotidiana percibo en mis Hermanas vivo y despierto el deseo de acoger y acompañar, de escuchar y aconsejar, de vendar y cicatrizar las heridas; descubro el anhelo de ser ‘madres’ que se desvelan por los pequeños, frágiles y desheredados de la tierra.

¡Animo! Si Dios está con los pequeños, también está con nosotras; si la Madre Juana María acompañó a las obreras también hoy nos acompaña a nosotras; si queremos enjugar lágrimas no faltará quien necesite nuestro abrazo maternal…

A tí que hoy lees estas líneas te digo: ¿te animas a unirte a nuestro proyecto?

Una rama florida

varaParece una rama de un árbol florida, aunque hay quien al mirarla de lejos ve un bastón de mando; pero no es más que una vara de apoyo, donde descansar de la dura fatiga, apoyarse en los momentos de cansancio, impulsarse para continuar el camino…

Así quiero ver el día a día de José caminando por las calles de Nazaret, o recorriendo el camino hacia Belén, Jerusalén, Egipto, con una mayor responsabilidad de la que él se sentía capaz de sobrellevar… Siempre apoyándose en esa vara con la firmeza de quien se sabe tremendamente frágil y necesitado, con la confianza puesta únicamente en Aquel que le confió ese cayado para ser el guía de quien es el mismo Camino, con la esperanza de quien solo puede esperar…

¡Qué paradojas tan grandes las que tuvo que vivir este gran hombre, modelo de fe, de confianza, de abandono!

Una vara florida de campesino, un cayado rudo de pastor, un bastón sólido de peregrino… quizás fuera la única posesión de José, pues lo que a lo largo de la historia le ha caracterizado.

Fue un campesino, un hombre sencillo del campo que trabajaba de sol a sol, que conocía el rigor de los largos días de trabajo sin descanso, que apreciaba el trabajo bien hecho, que entregaba su vida en el cotidiano día a día.

Fue un pastor. Tuvo sobre sus hombros la gran responsabilidad de guiar, orientar y acompañar los primeros pasos de Jesús; de acoger, guardar y meditar el misterio de la divinidad, encerrado en las entrañas de María.

Fue un peregrino. Peregrino por los caminos de la historia: Nazaret, Belén, Jerusalén, Egipto… Peregrino por los senderos de la fe, el abandono y la confianza. Peregrino por las rutas de la escucha, la acogida, la confianza.

Campesino, pastor o peregrino… no sé bien quien eres. Pero sí que te sostiene el Amor misericordioso de Dios en quien te has abandonado, de quien te has fiado, en quien has esperado. Creo que esa fue tu vara, tu cayado, tu bastón: el Amor a la voluntad de Quien en tí se fijó.